Restaurante situado en pleno Sardinero, a la altura de casi final de la primera playa sin llegar a Piquio. La sala exterior (tiene otra interior) es acristalada con mesas amplias y con correcta separación de unas a otras y con vistas a dicha playa y al mar, pero no un trocito, más bien en toda su extensión.

Pues en este entorno hemos comido hoy cuatro personas, con unos manteles de tela de color crema oscura, con una vajilla y cristalería de buen nivel.

La carta tiene sobre todo producto, con platos de corte clásico y con un apartado especial dedicado a los arroces, que por lo que he observado después, suele ser lo que pide una gran mayoría de los comensales.

Hemos compartido al centro:

Rabas y unas anchoas en salazón.

Las rabas en buena cantidad, con buen punto de fritura, de calamar, un puntito sosas. En conjunto buenas sin levantar exclamaciones.
Las anchoas en cantidad de 2 por comensal, venían acompañadas de unas tostas pequeñas impregnadas de tomate y aceite. Las anchoas muy buenas, el nivel del aceite muy bueno, pero no me ha convencido el acompañante, creo que son temas distintos a comer en momentos diferentes.

También hemos probado pulpo, en esta ocasión presentado emplatado, con una patata cocido debajo y unas líneas de tipo mayonesa colocadas por encima: la patata y el pulpo a buen nivel, pero en mi criterio la mayonesa o similar sobraba como acompañante.

Platos:

Hemos pedido, también para compartir dos tipos de arroces, primero un arroz caldoso de marisco limpio y de segundo, un arroz seco de verduras y ternera. Los arroces servidos emplatados.
Bueno el primero y muy bueno el segundo, con sabor, punto y nivel de sus componentes.

Salvo un comensal que ha tomado una naranja, presentada en rodajas con canela, el resto no hemos llegado a los postres.

En cuanto a los vinos, su carta es bastante discreta, con unos pocos blancos, algún rosado, Riojas, Riberas y algunos espumosos. Hemos tomado un albariño, que no conocíamos ninguno de nosotros: Pazo de Galegos 2012. El servicio del vino se limita a descorchar y dar a probar. Buena temperatura del vino, con cubitera. Los precios de los vinos comedidos. El único blanco que se salía de lo normal el Frore de Carme, no les quedaba.

El servicio de la sala atento y profesional, sin más.

Cuatro cafés, dos botellas de agua y dos aperitivos, han supuesto un total de 39 euros por comensal.

Comentario:

Cocina con producto, que en mi criterio se complica con los añadidos de los entrantes. Los arroces a buen y muy buen nivel, cosa muy poco frecuente en esta zona. En el tema de vinos lo básico y el entorno muy bueno.

En cuanto al precio, si consideramos que solo hemos bebido una botella de vino y no de alto nivel, los arroces son lo que son y que solo se ha comido 1 postre, no es muy ajustado, si consideramos que estamos en pleno Sardinero, con un buen entorno interior también, pues se podría considerar razonable.

Lugar a tener en cuenta para arroces, para disfrutar en un día despejado y fuera de temporada estival