Recomendado por un familiar, amigo de la casa, llegué a este agradable restaurante situado en un pequeño pueblo segoviano. Exteriormente no es fácil de reconocer, pues aunque la casa en la que se sitúa está al lado de la carretera y llama la atención entre las demás por lo cuidado de su aspecto el cartel es muy pequeño, así que no queda más remedio que acercarse para verificar su identidad.

Según nos contaron, el edificio era la vivienda de la familia, y se trata de una vieja casona bien arreglada, donde se aprecian todavía algunas de las vigas originales. Estuvimos muy agusto en su comedor, amplio y luminoso, que pudimos disfrutar con total tranquilidad por ser los únicos comensales, y bien atendido por las descendientes de la abuela original, presente en antiguas fotos que lo presiden.

Comenzamos con unas tostas de rulo de queso de cabra doradas e impregnadas con miel, una agradable combinación. Lo siguiente fueron unos medallones de foie acompañados de higo confitado y mermelada de frambuesa, de las que lo más interesante me pareció el higo, pues el foie era un bloc de los que se encuentra en cualquier supermercado. Seguidamente nos llegaron unas excelentes mollejas de lechazo, muy jugosas y en su punto de textura. Para acabar los entrantes un buen guiso de callos, melosos e invitando a untar un buen pan. Al respecto del mismo tengo que decir que, si bien inicialmente nos pusieron un bollito de un pan rústico, tipo chapata, cuando hubo que reponer recurrieron a medias barras de pan precocinado del que se hornea en el momento, un detalle que no me gustó.

Llegado el momento del plato principal, y teniendo en cuenta la fama de la casa en cuanto a carnes, puesto que llevan 40 años trabajando como distribuidores, la elección estaba clara. Yo me decanté por el entrecotte, tierno, jugoso, bien hecho al punto, pleno de sabor. También triunfó el guiso de rabo de buey, una abundante ración regada por una salsa oscura que pedía pan una y otra vez. Igualmente bueno me pareció el chuletón que compartieron mis dos vecinos, buena carne y bien preparada. Otro detalle francamente mejorable me pareció el que en la guarnición de mi entrecotte las patatas que lo acompañaban fueran de las precocinadas, aunque es cierto que también se incluían unos pimientos de Guernika para compensar un poco.

En cuanto a los postres, recomendaría especialmente el púding de queso, muy cremoso y suave, aunque hay que advertir a los no muy golosos que lleva una base de un bizcocho levemente almibarado que le aporta dulzor.

Un buen café y unas frascas con pacharán, orujo de hierbas y crema de orujo completaron la pitanza.

En cuanto al vino, he de señalar que la carta no es muy extensa, y está dominada claramente por los crianzas de Ribera del Duero, existiendo pocas opciones fuera de este tipo y denominación; 3 o 4 blancos de Rueda, un puñado de Riojas y algún Toro. Se echan de menos referencias un poco más económicas, porque aunque los precios no están excesivamente inflados prácticamente no hay nada por menos de 20€. Nuestra opción inicial era un Viña Sastre crianza (23€), pero al informarnos de que no les quedaba nos liamos la manta a la cabeza y nos decidimos por un San Román (35€), valor seguro donde los haya. Un detalle negativo de la carta es que no indica las añadas, así que nos llegó a la mesa un 2007. Como se trata de un vino de largo recorrido decidimos comprobar su estado, y una vez visto que estaba en buena forma procedimos a disfrutar del mismo. En cuanto al servicio del vino, las copas eran correctas y estaba a la temperatura adecuada, si bien la camarera se limitó a abrirlo y dejarlo en la mesa.

Mi resumen: Una buena opción para comer carne de calidad en un ambiente agradable y con un servicio amable y atento, aunque con detalles a mejorar. Para mí, mejor los platos tradicionales que los que tratan de ser más modernos.