Acudimos a estrenarnos en Askua ante las buenas palabras que siempre hemos leído y escuchado acerca del restaurante por parte de algunos reconocidos foodies y la verdad es que nuestra experiencia fue bastante pobre.
2 de los comensales decidimos esperar la comida con sidra recomendada por la camarera, excelente elección, aunque, 5€ por una copa de flauta de sidra ya da un aviso de lo que encontraríamos.
De entrantes pedimos:
- Ensaladilla versión Camarena (7€): Exquisita, pero los 3 medallones que a duras penas alcanzaban los 100 gramos cada uno nos dejaron con sensación de tomadura de pelo (calculen ustedes el precio/gramo de un producto que no deja de ser ensaladilla rusa).
- Patatas bravas (7€): Correctas sin mas.
- Embutido artesano (10€): 7 bocados de 3 variedades de embutido, donde se notaba la calidad del producto pero que para 3 comensales salía a un reparto difícil (y escaso).
Como platos principales 2 de los comensales compartimos el steak tartare y el lomo bajo en pieza de 1 kg, el otro comensal el rabo de toro.
- Steak tartare (23€): Con todas las letras: tomadura de pelo. No creo que un disco de menos de 10 cm de diámetro y menos de 100 gr de peso se pueda considerar plato principal y menos cobrarlo a 230€/kilo (mas tarde lamenté no haber hecho fotos). Por cierto, excesivamente sazonado, una lastima porque se intuía una materia prima excelente.
- Lomo bajo (27’56€): Nada que objetar a una materia prima de evidente calidad y que había sido preparada tal como esperábamos, salvo que allí NO había una pieza de 1 kilo (incluso contando el hueso). Decepción.
- Rabo de toro (11€): Pasado de cocción, había que pescar las hebras de carne entre el caldo.
De postre tomamos panacotta (6€), tarta de queso (6€) y coca con chocolate (6€), todos ellos pasaron sin pena ni gloria.
3 cafés (5’25) y agua (3’5€).
Comimos con el Viognier de Villagarcía (24€) que tuvimos que pedir (para aparente disgusto de una de las camareras) que nos dejarán en una cubitera en nuestra mesa en lugar de en la cubitera de sala para la que había que pedir turno para que fueran llenando las copas.
Pan y servicio (4’5€).
Por cierto, deberían cuidar ciertos detalles como la intimidad en los baños o quitar las etiquetas de las servilletas.
No puedo juzgar la trayectoria de este negocio basado en una única experiencia (y última en mi caso, sin duda) pero tengo la sensación de que vive de tiempos más felices, y que en Euskadi o Madrid este local actualmente estaría a punto de bajar la persiana.
Decepcionante.
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