Restaurante Scilla e Cariddi en Roma
Restaurante Scilla e Cariddi
País:
Italia
Localidad:
Dirección:
Cód. Postal:
Tipo de cocina:
Vino por copas:
No
Precio desde:
25,00 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Nota de cata PRECIO MEDIO:
25 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
6.0
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
4.0
Comida COMIDA
7.0
Precio medio entorno ENTORNO
5.0
RCP CALIDAD-PRECIO
8.5
Opiniones de Scilla e Cariddi
OPINIONES
1

Después de la comida en Trattoria Tonino, con las fuerzas renovadas, fuimos al hotel a deshacer las maletas y, prácticamente sin descanso, reanudamos nuestras andanzas por Roma.

Delicioso paseo por el Tíber que al final cruzamos y proseguimos por la Via Condoti y adyacentes (con una iluminación navideña espectacular), la Piazza di Spagna, la Fontana di Trevi, la Piazza Venezia…

Esa noche, casualidad de las casualidades, coincidíamos con unos amigos en Roma y me encargaron a mí la elección y reserva de restaurante, con las premisas de “algo que esté bien de precio, auténtico y buen ambiente”. Recordé de inmediato la recomendación de Terili, mi socio en Singular Wine… y reservamos.

Por eso acabamos nuestro tour de la tarde en la Piazza Venezia, porque está a 2 minutos de este restaurante. Recordaba yo perfectamente en mi viaje de estudios una jarra de cerveza que me tomé en una terraza de la citada plaza mirando el espectacular Monumento a Víctor Manuel II. Y me acordaba cláridamente lo que me cobraron entonces: 400 pesetas.

Ahí seguía el monumento, la plaza y… la terraza. Así que nos sentamos para disfrutar nuevamente de la vista y esta vez en lugar de birra pedí un blanquito.

5€, 830 pesetas. Bueno, pues no me dolió tanto, ni mucho menos lo que me dolió hace 30 años. Lo de hace 30 años fue una estocada que todavía no ha cicatrizado. Los 5 euritos del vino… se soportan con torería. Además no estaba malo oye, y bien servido. Pero las 400 pelas de COU… ¡Joooooooooder!

Regresemos al futuro. Se hacía la hora y subimos por una de esas calles de aire imperial que salen de la fastuosa plaza, allí estaba el restaurante. Me extrañó su ubicación dada la descripción hecha por Terili.

Y más aún cuando franqueamos la puerta. Pareció que entrábamos en una fiesta de un pueblo del sur de Italia... ¡Alegría, alboroto, ha ganado un perrito piloto! Qué buen rollo, que ambientazo.

El local es un rectángulo diáfano poblado de mesitas de madera y banquetas. Al otro lado de la entrada está la cocina, con una ventanita que abren y cierran cuando quieren, y el baño. Y a los lados de la entrada, unas pequeñas estanterías en las que exponen productos típicos.

La única decoración son las pinturas en las dos paredes enfrentadas: una de ellas enteramente pintada con el mapa de Sicilia y la otra con el de Calabria.

“No turista, no menú. Noi sacamos lo que vogliamo y voi mangiare". Con eso nos recibió la donna, bastante seca y cortante.

Nos había preparado una mesa corrida, juntando tres o cuatro, en la que nos sentamos los 11 comensales.

Yo tuve que empujar al tipo que tenía a mi espalda, de mi tamaño. Cada vez que yo me movía, le daba, y él lo mismo. Nos dimos la vuelta, nos miramos y nos dijimos: “¡No problema”! Y ya no me enteré más de los codazos ni él de los míos. ¡Paz y buen rollo! ¡Alegría, alegría!

Nos sacaron unos generosos antipasti… vino a tutiplén… y comenzó el festín.

Fue una sucesión de comida a mogollón, vino a lingotazos, cánticos, risas… El 95% de los que ahí estábamos (unas 40 personas calculo) disfrutamos de lo lindo. El otro 5%, los que no se adaptaron por lo que fuere -entre ellos mi hija pequeña que se estaba poniendo malita- pues no lo pasaron tan bien, incluso para un 2% debió ser un auténtico suplicio.

El restaurante basa absolutamente su cocina en platos tradicionales sicilianos y calabreses.

El sistema, muy sencillo: van sacando a todo el mundo lo que van cocinando. Fuentes al centro, de cuatro en cuatro. Como si fuera un BBC. Si tú estás comiendo pulpo es porque todo el resto de comensales está comiendo pulpo.

De vez en cuando se abría la ventanita de la cocina y se asomaba el cocinero a ver cómo iba, para ver si sacaba o no sacaba el siguiente plato.

Y salían uno tras otro, entre los aplausos del entregado público. Hubo un momento en el que nos preguntamos: ¿Cuánto nos van a cobrar? Lo que les dé la gana, concluimos. Bah, olvidémonos y a disfrutar.

Por cierto, la donna que parecía de inicio tan antipática, se fue transformando plato a plato en un encanto de mujer.

Ahí va la cronología de los sucesos acaecidos, de los que me acuerdo, pues alguno más hubo seguro:

• Antipasti de embutidos y quesos. Generosísimas raciones con 5 ó 6 tipos de embutido de la zona y un queso de oveja muy serio.
• Una especie de pisto con la particularidad de alguna especia que no reconocí y de la berenjena ahumada, además del punto de vinagre que le otorgaban las numerosas alcaparras.
• Salchichas troceadas en salsa de tomate, como con orégano y anisetes.
• Pez espada ahumado.
• Conserva casera de atún, en aceite.
• Un pulpo entero para cada cuatro (con la salida de este plato, la ovación fue estruendosa). Había que diseccionarlo in situ. Estaba de muerte, cocinado al vino tinto, limón y orégano.
Involtini de pez espada. Qué sabrosos. Ligeramente empanados y fritos, rellenos de una picada de yo juraría que mar-montaña.
• Mejillones. ¿Ahora mejillones? Eran de concha grande y molla pequeñita, ricos, ricos. Al vino blanco, limón y pimienta negra a rabiar.
• Pasta siciliana alle vongole. Me recordaron a los malloreddus sardos, una especie de gnocchis al dente-dente, “muy para italianos”, como muy “pastaza”. Se apodera de todo, y cuesta disfrutar del acompañamiento, las almejas a la marinera… y mogollón de orégano (“una planta típica siciliana”, nos dijo la signora.. ¡Cómo les gusta!)
Involtinis de teja, crema y pistacho. Hombreeeeeeeeeeee!!! Por fin el postre. Ya no podíamos más… Deliciosos cigarros de teja, rellenos de crema pastelera.

Antes de salir el postre, hubo cambio de papeles. Salió el cocinero a servir, y entró la señora a elaborar el postre. La ventanilla estaba abierta y veíamos cómo rellenaba los canutillos con la manga pastelera.

Punto y aparte para el cocinero, Bartolo: salió el tío todo sudao, pinta de boxeador, con cara de satisfacción, repartiendo botellas (alguna de ellas se la quedaba él y se la bebía a chatos de un trago) y alegría a diestro y siniestro, chistes, risas, preguntando si todo iba bene… ¡Menudo crack! Un auténtico animador. Esta pareja disfruta con su trabajo, se nota.

Con todo el dolor de mi corazón, me tuve que ir sin tomarme el licor que viniera, que seguro que venía, porque la fiesta estaba ya entonces desbocada, qué buen rollo. Pero abandoné porque mi hija pequeña estaba la pobre hecha polvo, le había subido la fiebre con la misma intensidad que crecía la fiesta.

Antes de acabar, hay que hablar del vino. Pues… Eran botellas sin etiqueta de tinto o blanco, aceptable el tinto, mejorable el blanco, servidos en chatos de duralex. Sin hielo ni enfriador… Aunque la verdad es que no daba tiempo a calentarse, se bebía a tal ritmo que esta cuestión dejó de importar, jaja.

¿Cuánto es?. “25 per cápita”. ¡Increíble, qué barato!. “Ma la ragazza non paga”, nos dijo la señora, que había vuelto a salir, ahora ya a unirse a la fiesta. Qué detallazo. Se había fijado en la carita de mi hija, en que no comió apenas… y no nos cobraron su cubierto.

¡Qué buena gente!

100% recomendable, siempre que sepas a dónde vas y te apetezca. Encontrarás autenticidad, incomodidad, alegría, vino e fantasía!!!

Gracias Jesús!

Cookies en verema.com

Utilizamos cookies propias y de terceros con finalidades analíticas y para mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias a partir de tus hábitos de navegación y tu perfil. Puedes configurar o rechazar las cookies haciendo click en “Configuración de cookies”. También puedes aceptar todas las cookies pulsando el botón “Aceptar”. Para más información puedes visitar nuestra Ver política de cookies.

Aceptar