Tras algunas recomendaciones, tenia ganas de visitarlo. Local ubicado junto al puerto en un módulo totalmente aislado con cierto encanto al tratarse de una casa antigua. La decoración interior es muy rústica, con muros de piedra y techumbre de madera, más propia de tabernas del Norte qu de una tasca mediterranea. Un "pero" importante: al entrar notamos cierto "tufillo" desagradable. No era para echar atrás y, al poco, la nariz se acostumbra, pero es un detalle a corregir pues otros clientes también lo comentaros. No sé si se trataba de lacocina "semiabierta" o algún desagüe averiado, pero tienen que mirárselo.

Existen tres menus: tapas, marinero y gourmet, todos ellos para 2 pax, a precios asequibles, pero preferimos confeccionar nuestra comanda. Pedimos medias raciones de toso (hay tres precios para raciñon, 1/2 ración y tapa):

- Ensalada de tomate, cebolla y ventresca de atún: el encanto de la sencillez o el éxito del producto. Un tomate riquísimo te da una ensalada deliciosa. La vinagreta acertadísima, para mojar pan sin parar. Al fin, creo que fue el mejor plato.

- Tabla de quesos: Muy regular: curado de oveja (rico éste), camembert y "rulo" de cabra. Se acompaña con membrillo.

- Fritura variada: Palayas, boquerones, chopitos y alcachofa. El rebozado muy bueno pero el pescado no era de frescura extrema, tal vez por ser lunes. Lo mejo la alcachofa.

- Papatas a lo pobre con jamón: papatas paja (un pelín pasadas), jamón testimonial y huevo frito.

- Figatells (dos): Se acompaña con tomate frito en rodajas y cebolla caramelizada.

El servicio es agradable e informal. Buena recomnsación al hacer la comanda de que estábamos pidiendo demasiado. Las raciones, aún siendo medias, son generosas y llegamos justos al final.

Tomamos una botella de Pago de los Capellanes Roble y unos cafés. La carta de vinos tiene unas 20 referencias pero sobre las estanterías se ven otras botellas que no están en carta. Un lugar más para tapear y tomar unos vinos.