Noche. Es muy fashion, pero cómodo. Nos pusieron al fondo, muy retiraditos

Noche. Es muy fashion, pero cómodo. Nos pusieron al fondo, muy retiraditos y a gusto, hasta que nos tocaron dos parejas al lado excesivamente ruidosas, pero bueno, eso no es culpa del local. Tomamos unos huevos preparados muy originalmente y muy, muy buenos. Unos canapés con jamón de primera y piña muy frescos y buenos. Un atún tratado con exquisitez, buey delicioso. Nada demasiado innovador, pero todo realmente bueno. Llegamos a los postres, pedimos uno solo para compartir entre dos porque estamos casi llenos (uno de nosotros se ha retirado ya), un sufflé de chocolate con menta. Nos advierte la camarera (un cielo, atención casi perfecta) de que tardará un poco su preparación. OK, decimos. A los diez minutos la camarera nos comenta que... al cocinero el sufflé se le ha venido abajo. Que lo siente muchísimo, que si queremos esperar nos hace otro, o si no cambiamos. No tenemos prisa y nos queda vino, así que decidimos esperar. Sorpresa: desde la cocina se tiene a bien "inventarse" (no estaban en la carta) sobre la marcha un par de pequeños (bueno, no tan pequeños) postres para amenizar la espera. Muy buenos, la verdad, sorprendentes. Y cuando llega el sufflé... uf, anonadante. Estaba tremendo, lo disfrutamos muchísimo. Pagamos los casi 50 euros por cabeza bien a gusto. Ojo: dos botellas de vino para tres, muy bien servidas. En general, una experiencia tan grata que entramos a la cocina a felicitar.

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