No conocía el lugar ni de referencias, pero ayer me llevaron unos casi vecinos del lugar, con la idea de disfrutar de pescados y buenas vistas.

Se ubica literalmente encima de la playa de la Arnia, (playa situada en la costa del entorno de Santander, en una zona espectacular por sus paisajes geológicos, con pequeños islotes vestigio de la antigua costa), con una amplio aparcamiento que ayer se sobraba, pero que verano supongo estará completo.

El edificio es de eso “simplones” de tipo chiringuito de playa del norte, pero que se ha ido ampliando y adaptando, por fuera no invita a entrar, pero su interior está completamente remozado y muy agradable. La gestión actual creo que lleva dos años al frente.

Barra y dos comedores que están en contacto directamente con el mar. Terraza cubierta exterior, pero ayer no era el día climatológicamente más propicio.

Nos sentamos 4 personas junto al ventanal (habíamos reservado mesa y lugar y además era pronto), en una mesa circular, algo pequeña, con unas manteles pequeñitos de papel.

Comimos a compartir:

Ensalada de bacalao, media de rabas y un plato de cuchara a compartir, que se trataba de unas patatas con langostinos.

La ensalada en ración generosa sin poder decir gran cosa ni en un sentido ni en otro. Las rabas buenas y también en buena cantidad para tratarse de media razón y el plato de cuchara, las patatas muy buenas habiendo cogido muy bien el sabor del caldo.

De plato una dorada para los cuatro, al horno (que se podía acompañar o de ensalada o de patas fritas, en este caso optamos por las patatas dado que ya habíamos tomado ensalada). Buen pescado, presentado poco hecho tal como habíamos solicitado.

De postres (caseros) una tarta de zanahoria, una tarta de queso y un Brownie: unos postres más, a comer en muchos lugares.

En cuanto al vino: carta muy cortita y con casi nada especial, tomamos Casona Micaela (vino cántabro de 75% albariño y 25% riesling), en una copa normalitas, servido con una funda y sin ningún detalle más. Me fije y en blancos tenía 3 verdejos, dos albariños y este vino cántabro, ninguno de gama alta y todos sin madera. Copas normalitas.

Con agua más cafés y cuatros verdejos de barra, ascendió la cuenta a un total de 120 euros. Si desmenuzamos los platos, me fijo en dos: cada buena ración de dorada salvaje a 15 euros y la media de rabas a 5 euros, por tanto en estos productos un precio muy bueno.

El servicio voluntarioso, amable y tratando de agradar en todo momento.

El local en un día invernizo (unos 8 grados en la calle) un viernes a mediodía, prácticamente lleno.

Comentario:

En mi próxima visita, que pienso realizar tras pasar estas fiestas que se avecinan, me limitaré a pedir, pescado y productos propios del mar, si meterme en otras cosas: ayer lo que estaba a nivel alto, eran las rabas y la dorada salvaje.

En cuanto al entorno, capitulo tan controvertido en estas páginas, si te fijas en el interior directo pero si objetivas lo que se ve desde el restaurante, la valoración sube y mucho, lo dejare en la mitad.

Por tanto, vista desde el comedor excelentes, buen pescado en raciones abundantes y a un precio nada desorbitado.