Como digo en el título fue un gran descubrimiento, estábamos visitando la zona y al llegar a la plaza vimos éste restaurante, entramos a tomar un vinito y al final nos quedamos a comer.
El restaurante es pequeño, de piedra, de esos sitios con encanto que te atrapan desde el minuto uno.
El personal muy amable nos ofreció tomarnos el vino en su calao y comimos unas croquetas de bacalao deliciosas. Decidimos quedarnsoa comer y fue todo un acierto.
Pedimos una terrina de queso de cabra con salmón marinado muy refrescante y apetecible,seguimos con unos brick de morcilla y manzana muy buenos que iban acompañados de un salteado de berza y jamón,sorprendente la mezcla de sabores.Como plato fuerte un rabo guisado presentado en un taco y ala plancha,sin palabras... y el postre tarta de queso servida en un vaso, deliciosa.
Nos dijeron que llevaban un mes abiertos, muy recomendable, volveremos sin duda