Surgió la visita a este sitio, tras encontrar cerrado (puñetera crisis) uno de los sitios más señeros de la Carretera de Barcelona como es El Descanso (lo que no pudo la bomba de 1985 sí lo ha traído este desagradable tiempo que vivimos) así como también "cerrado por vacaciones" otro establecimiento cercano. El restaurante forma parte de un "complejo" hostelero muy cercano al aeropuesrto de Barajas, donde hay hotel del mismo nombre, un bar al margen del hotel y el restaurante contiguo. Nos alarmó encontrar la terraza prácticamente vacía, como el restaurante, y aunque llegamos a unas horas impropias (el resguardo de la tarjeta marca las 18,31)quizás porque se celebraraba una boda, quizás porque los camareros y la cocina son permisivos con los horarios, lo cierto y verdad es que nos atendieron magníficamente, con un servicio de cierta altura, y una rapidez impresionante. Como ya veníamos con el aperitivo puesto desde El Hidalgo de Alcalá de Henares (de donde tuvimos que "huir" por la muchedumbre que atestaba el gran Mercado medieval con todos los puestos de comer a rebosar)se trataba de hacer una faena de aliño, que resultó una experiencia que aconseja volver a probar otras viandas que se exponen en el interior, tales como marisco o buenos pescados. Con las cervezas, refrescos (venían dos niños, pero que comen como personas de bien) y vinos de entrantes nos pusieron dos platos de boqueroncitos fritos, pequeños pero sabrosos. Pan también muy bueno. Tomamos cuatro raciones de ensalada mixta que fueron suficientes para los ocho comensales, muy correcta, y presentada sin aliñar para hacerlo en la mesa. (4,80 € c/u). Si realmente me animado a escribir este comentario es por lo magníficos que estaban los chuletones, cuya filiación era vacuno, quizás ternera por el sabor, veteada, hechos en horno de leña, y con platos refractarios (de tipo vulcano gres ya que no hace humo) que fueron, además, solícitamente cambiados para que no perdieran su poder calorífico. La carne, muy poco hecha y al punto de sal, excepcional. El acompañamiento de patatas fritas y pimientos verdes, amén de escaso, nada del otro jueves. Con tres chuletones (la cantidad sugerida por el maître) fue suficiente y nadie se quedó sin hambre (38,65 € cada chuletón para dos). Capítulo postres, a pesar de la hora y lo bien servidos que íbamos, fue irresistible al presentar el camarero un carro de madera de pisos con diferentes tartas, a 5,00 € la porción. Cayó un ponche segoviano (aceptable); una selva negra correcta, un milhojas (también rico) y dos quesadas, quizás algo amazacotadas, pero bien de sabor. Cafés bien hechos, a 1,90 c/u. Capítulo vinos, aunque la carta es muy justita, no lo practicamos por aquello de los riesgos sancionatorios que conlleva, pero sí pedimos una sangría para dos personas, que nutrió a todos los adultos, bien hecha, y por 9,20 €. Hay una escasa oferta de puros, que satisfice con un Edmundo (16 €) y la casa invita a chupito dejando cuatro botellitas de orujos (blanco y verde); pacharán y un licor de crema (o algo así)