Se me hizo un día la hora de comer en Briviesca, la capital de La Bureba, “el granero de Castilla”.

Y en Briviesca, de toda la vida del Señor, los restaurantes por antonomasia son El Vallés, El Concejo y Fortu. En los dos primeros ya había estado (además El Vallés ha vuelto a cerrar me dicen, temporalmente, precisan... qué pena). Y aunque en Fortu también había estado, fue hace muchos años y no recordaba bien. Estaba yo sólo y me apetecía comer bien… Así que para allá que fui.

Malas y buenas noticias: “No hay sitio, tendrá usted que esperar”. Jopé, ¡un jueves de finales de septiembre! ¿Será verdad que se ha acabado la crisis?

Esperé diez minutillos y pasé.

El local es funcional, discreto, recién reformado y reequipado. Un bar a la entrada, un angosto pasillo en el que están los servicios y la gente que espera a entrar al restaurante, y tras él, la sala principal, cuadrada, luminosa.

Todo el mundo, sin excepción, tomaba el menú del día. Yo estaba contento, tenía cosas que celebrar, y pedí la carta. Inmediatamente me sustituyeron el mantel, la servilleta y las copas por unos de mayor calidad.

La mencionada carta está basada principalmente en la cocina tradicional castellana, con el añadido de referencias cantábricas (hablan muy bien del pulpo y del chuletón, pero yo no los probé en esta ocasión).

Tenía que conducir, así que me moderé lo que pude en la comanda, que quedó como sigue:

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•Ventresca de bonito con pimientos del piquillo y anchoas en salazón.

•Mollejas de cordero.

•Cuajada de Briviesca Ovejero.

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Bien comido marché de allí: la ensalada de ventresca con género de primera calidad, bien aliñada, sobre una base de tomate fresco que sabía a rabiar a tomate oiga y con unos pimientos carnosos y sabrosos, de esos de quitarse el sombrero; las mollejas, un must en el norte de Castilla, rebozadas y frititas, ricas, acompañadas por pimientos de Padrón; y la cuajada no era casera pero sí artesanal, de un paisano de Briviesca, muy natural, sabía a oveja, con un casi imperceptible punto quemado.

Y bien bebido, pues tomé un riberita macanudo, Dominio Basconcillos 2011, un tempranillo ecológico burgalés muy interesante. Antes bebí, cómo no, una copita de verdejo, no había otro blanco por copas.

Servicio: activos y reactivos, no muy proactivos.

Un buen sitio para comer en Briviesca, nada nuevo sobre la tierra es cierto. Comida del país, honesta y a correcto precio (correcto sin más, 40 euros hoy son muchos euros…). El menú me pareció observar que era estupendo y con excelente RCP, de ahí el llenazo.