Después de una comida infumable -y absolutamente impresentable- en el seno de la reunión académica que me había traído de nuevo a Florencia, y tras un buen y largo paseo por la ciudad cuna del Renacimiento, era necesario, imprescindible, acertar con el sitio adecuado para cenar. Y la verdad es que no llevaba nada reservado, aunque sí había visto en mi anterior viaje la Trattoria que se comenta, la cual estaba hasta arriba el día que la ví.. De ahí que siguiera el sabio refranero español: allí donde fueres, haz lo que vieres. Y para dentro.

Situación y entorno: Situada a escasos 30 metros del Ponte Vecchio. Lo que es igual, en pleno centro de la ciudad, a 10 minutos del Duomo y del Palazzo Vecchio. Buena opción y sitio para hacer un alto. El entorno exterior es bonito, pues no en vano está al lado del rio y del citado puente. No obstante, la Trattoria carece de terraza, por lo que la importancia de este último aspecto es menor.

El ambiente interno es agradable. Se trata de una trattoria con decoración de maderas, botellas de vino y algunos cuadros de ambientación renacentista. Hay un doble espacio (que en realidad, se funde en uno solo) para un total de 70 pax aproximadamente. La separación entre mesas, de madera recia, es escasa, por lo que si el restaurante está lleno -en nuestro caso era comida y no fue así- puede resultar un tanto incómodo e, incluso, rumoroso. Sillas cómodas. Se ve una buena limpieza.

Vajilla correcta y buenas copas. Mantel de tela, al igual que las servilletas. Todo adecuado en este punto.

Servicio y servicio del vino: Bueno y amable, aunque insisto en que sólo había tres mesas ocupadas, pudiendo ser algo más lento si la trattoria está llena. Sin esperas entre plato y plato. Parecen meticulosos, pues uno de nuestros platos entró y salió a la cocina una vez, muy posiblemente para “retocar” la presentación del mismo.

El servicio del vino fue también correcto. El vino blanco que pedimos para acompañar la comanda estaba un tanto caliente -cosa habitual en las trattorias/osterias de este país, con cualquier tipo de vino-. Con rapidez nos sacaron una especie de champañera con agua y hielos que permitió tomar el vino a una temperatura adecuada.

La carta de vinos no es especialmente extensa, pero suficiente si no se es muy exigente. Entre 70 y 80 posibilidades incluyendo blancos y tintos (entre estos, preponderancia -lógica- de brunellos y chiantis, y con algún supertuscany tipo Sassicaia-, algún spumante y posibilidad de algunas referencias en formato magnum. No me pareció ver la posibilidad de vinos por copas, ni tampoco la de medias botellas.

En nuestro caso, y a la vista de los elogiosos comentarios que un querido compañero del foro ha hecho de estos vinos, opté por un Vermentino Bolgheri de 2011 (28 euros) que acompañó muy bien la comida (ossobucco incluido).

Comida: La carta presenta los habituales antipasti italianos (selección de quesos, caprese de bufala, salumes, crostinis, bruschettas…), unido a todas las pastas de rigor (8/10 tipos) y algún risotto. Junto a ello, una buena selección de carnes típicas florentinas (jabalí, cerdo, bistecca, grigliata di carne ..) con preparación de igual naturaleza (in umido, o alla griglia). El apartado peces es escaso en esta ciudad vayas donde vayas. Suelen tener el pescado del día.

En nuestro caso, dado que era para cenar, y aunque había hambre, optamos por compartir un entrante y pedir cada uno de nosotros un segundo. El entrante estuvo constituido por un Millefoglie de verduras (cebolla, calabacín, pimiento…) y queso pecorino fundido que estaba aceptable (6,5) en una cantidad suficiente si se pide para uno solo (10 euros).

En cuanto a los segundos, el de mi mujer fue una dorada al horno, no entera, sino con los dos lomos previamente limpiados y con un acompañamiento de verduras muy rico (7,5). Para no ser expertos en pescados la verdad es que estaba muy bien de cocción, sabor y presentación (18 euros). En mi caso -que soy muy de estofados y calderetas- algo más contundente: uno de los platos estrella de la comida florentina: el ossobucco all’umido. Esto es, con una especie de salsa de tomate.. muy bueno (8,5) y en una cantidad abundante (14 euros).

El pan: de los más flojete. 6 trozos precortados de pan, en el que lo único destacable fue que había dos tipos del mismo: normal, e integral. Además, un pelín soso, cosa también muy habitual.

No hubo postres. Había sido suficiente. Además, en Florencia existen un buen montón de heladerías, alguna de calidad contrastada, siendo éste, a mi juicio, el caso de la Heladería VENCHI (a 5 minutos/200 metros de esta trattoria), la cual recomiendo visitar. Y, si se me permite, recomendaré dos de los sabores más originales (amén del limone y del lampone -para los de gustos ácidos-): el cremini -una especie de ferrero rocher- y el espectacular helado de mascarpone con higos.

Todo lo anterior por 70 euros/dos pax, en una más que correcta RCP.

En definitiva, un buen sitio para acudir a saciar el hambre, céntrico, pero lejos del agobiante centro-centro de la ciudad, y al que, al parecer, se puede acudir sin mayor problemas a la hora de comer (más con nuestros horarios de comida), pero que parece presentar alguna dificultad mayor en el caso de la cena. En cualquier caso, para evitar problemas no está de más reservar.

Junto con la Osteria di Giovani, de lo mejor de este viaje.