Restaurante Osteria di santa Marina en Venecia
Restaurante Osteria di santa Marina
País:
Italia
Localidad:
Cód. Postal:

Añadir vino por copa

Precio desde:
61,00 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Nota de cata PRECIO MEDIO:
65 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
6.8
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
7.8
Comida COMIDA
7.0
Precio medio entorno ENTORNO
7.0
RCP CALIDAD-PRECIO
5.0
Opiniones de Osteria di santa Marina
OPINIONES
2

El tercero de los restaurantes a los que tenía que llevar a mi propia en mi última visita a Venecia -ya metidos en pleno carnaval (qué maravilla!!)- fue otro que ya tenía comentado en estas páginas: la Osteria de Santa Marina, cuya ubicación -descrita con detalle en mi comentario anterior- es quizá lo más “problemático” de este buen restaurante, al cual merece la pena acudir.

Por no reiterar lo ya dicho con anterioridad, simplemente apuntar que es un restaurante que se amolda al concepto de trattoria, pero con un punto más de calidad, de finezza. El sitio es muy agradable, con sus dos espacios, normalmente está lleno hasta la bandera en fin de semana y con un trato del personal, así como una vajillería/coperío que está a buena altura.

El servicio es bueno -de nuevo lo fue en esta ocasión-, y aquí entienden de comida, de vinos y de dar satisfacción al cliente.. si bien en esta ocasión debo reconocer que no estuvimos muy acertados en la elección, tanto más sabiendo el buen género y preparación que se “gastan” en el lugar en materia de carnes y pescados, que es muy, muy bueno. Pero oye, era comida y nos apetecía pasta y algún entrante más postre... Y hay que probarlo todo y, además, donde manda patrona, no manda marinero.

Me limito pues a recordar que es un restaurante en donde tiene una buena variedad de antipasti, algunas pastas, y diversas carnes y pescados (entre 12 y 30 euros), con una buena carta de vinos y paso ya, sin más, a describir la comanda y vino degustado.

La comida viene siempre precedida por un aperitivo, que suele ser creativo. En este caso era, de nuevo, unas anchoas marinadas con bacalao mantecato (una especie de brandada) sobre una base de polenta con aceite: bien presentada, en un plato blanco enorme y con un buen sabor. Es un detalle, pues en algunos otros sitios, tanto en Venecia como en el resto de Italia, te cobran un coperto similar (8 euros) y no te dan ni las gracias.

En cuanto al primero (a compartir), elegimos un fritto de mocche (nécoras) y carcioffi (alcachofas) -20 euros-. Reconozco que las alcachofas -presentadas con el corazón por un lado y el resto como en filamentos- estaban buenas, pero las nécoras fritas resultan, por lo menos para mí, un imposible. Eran pequeñitas, lo que facilitaba su comestibilidad, pero no acabo de verlo. Es una tradición en Venecia: te pueden freír todo tipo de marisco o similar (p.e., unas navajas); sin embargo, algo no cuadra en este caso, por muy fino y delicado que sea el género.

Dicho esto, pasamos a los segundos: para mi mujer, unos linguini, acompañados de mórbido de patata, y pequeños -aunque abundantes- trozos de pimientos verdes, tomates y calabacin. Pretendidamente debería llevar también granseola (centollo), pero éste se limitaba a alguna pata suelta del susodicho. Eso sí, debo decir -pues sería injusto no señalarlo- que la cocción era simplemente perfecta, y el conjunto de los ingredientes acompañados de una salsa sencillamente deliciosa (16 euros). Para mí, unos paccheri amatriciana, idénticos en cuanto a la cocción y acompañados de una salsa de tomate, de buen sabor, con una leve ralladura de queso y especiada con un toque de tomillo, pero ...., ¿dónde estaba la esencia de la pasta a la amatriccana que debe hacerte “arder” la boca y que tantas veces me ha exigido un helado inmediato en Roma?. Corto de pimienta, sin duda. Falto de fuerza (16 euros).

Las raciones fueron aceptables, pero seguía habiendo hambre, con lo cual nos fuimos a la selección de quesos, lo mejor sin duda de la comida (18 euros). 6 quesos (pecorino 6, 12 y 18 meses, queso azul, gorgonzala y parmigiano), acompañados de confitura de tomate y melocoton, nueces, avellanas y pistachos. Para terminar de pulirnos la botella de vino, un excelente Chianti clasicco Riserva Antinori “Badia a Pasignano” 2008 -perfectamente servido-, 45 euros pagados muy a gusto, al tratarse de un vino muy completo que hubiese acompañado a una carne -ay, esa carne!!- a la perfección

Se cierra el comentario con dos cosas fundamentales: el pan, magnífico de nuevo, 5 panecillos riquísimos y prácticamente recién hechos. Y los petits fours venecianos: una docena de biscottinis variados y a cual mejor (por cuenta de la casa).

Lo dicho, y parafraseando un conocido título cinematográfico, bien podría resumirse esta visita diciendo que “No es lugar para pasta”. Reiterando mi opinión de que es un lugar que hay que visitar, aquí lo mejor es el pescado y la carne. Debiendo puntuar, no obstante, lo comido y bebido esta vez.

Tras finalizar una tremenda reunión de más 10 horas con mis muy académicos colegas italianos -sólo interrumpida por una breve comida en el comedor de la Universidad Ca’Foscari (muy correctos los tagliatelles al pomodoro con lascas di parmigiano, así como, en general, todo lo que allí he comido)-, llega el momento del reposo fin de día y, como suele ser habitual en casi todo el mundo, cena a hora temprana (20 h.) en la Ostería comentada.

Confesaré sin tapujos que llegué a la cena reventado. Aunque mis colegas son tremendamente serios, estar tanto tiempo con esos “locos simpáticos” que son nuestros primos los italianos llega a agotar, más que físicamente, desde una perspectiva psicológica. De ahí que, en principio, no tuviese mayor interés en la cena: comer algo, beber algo más, no hacer mucho caso a la conversación -cuestión, ya digo, de higiene mental- y a la cama pronto que al día siguiente había sesión mañanera. Sin embargo, pronto cambié de opinión… Tanto que al acabar la cena sólo tenía una idea: hacer una reserva, para repetir al día siguiente.

Cuento por qué, y explico, al alimón, las dos sesiones gastronómicas.

Situación y entorno: Situada en la Piazza del mismo nombre (Santa Marina), la misma se encuentra a 10 minutos del Ponte Rialto y a unos 20 minutos de la Piazza San Marcos. Los tempos son muy relativos, dado que lo son si se conoce algo la ciudad. Hay que tomarlo con calma, mirar el mapa alguna que otra vez y, si hace falta, preguntar. Seguramente, la primera vez costará algo más, dado que hay que meterse por alguna callejuela estrecha que ni siquiera en nuestro país sería recomendable. En todo caso, el acceso es mucho más sencillo desde el Ponte Rialto.

Encontrada la Piazza Santa Marina, la Osteria no tiene pérdida, pues aquélla es muy pequeña. El entorno exterior no es especialmente destacable, muy similar al de otras plazas venecianas que sirven de faro y guía cuando te pierdes. Pero una plaza muy tranquila y agradable si se quiere cenar en el exterior, pues la Osteria cuenta con 7/8 mesas fuera muy agradables. Pero el día de la cena hacía fresquete y el de la comida del día siguiente bochornete.. Así que los dos días comí all’interno.

El ambiente interno es muy agradable. Nada más acceder hay una pequeña barra de madera en la que van tramitando las comandas y las reservas. Entras en el restaurante y hay un primer espacio con 10 mesas y una segunda sala un poco más grande 12/14 mesas. Para un total de unas 60 pax aproximadamente. Comí cada día en una. Aunque las dos están decoradas de forma similar, la primera me pareció un poco más informal, más de todos los días. La segunda un poco más íntima y seria, siendo de hecho un detalle en este sentido el de que esta última tiene en el suelo algunas alfombras de no excesivo grosor, lo cual, particularmente, no me acaba de gustar, pues siempre las he considerado un imán para la suciedad.

Ello no quiera decir, en modo alguno, que el sitio fuera sucio. Al contrario, muy limpio (bastaba ver los baños). Decorada la Ostería en madera, incluidas estanterías con libros de cocina. Muy agradable, cálido. A la par tenía unas mínimas notas de modernidad expresadas en los adornos florales que colgaban de techo y unas lámparas de diseño metálicas de diseño sencillo. Es curioso, siempre me había preguntado cuál era la diferencia entre una trattotia y una osteria. Sin perjuicio de mayor aclaración por vuestra parte, creo haberlo entendido: la trattoria parece más -digamos- familiar (más funiculi, funicula), mientras que las osterías -como es el caso de la que se comenta-, sin ignorar ese ambiente familiar, van un punto más allá: en su concepción y en su gastronomía. Más sitio, elaboraciones más cuidadosas. Pero, obvio, puedo estar equivocado.

En cuanto a la “logística”, pues las mesas, la verdad, no es que sean muy grandes. Justitas de tamaño, aunque suficientes. Separación correcta, aunque en algunos casos más y mejor que en otros. Las sillas son también de madera y son aceptables desde el punto de vista de la comodidad. Lo que está muy, muy bien es el vajillerío (blanco, de elegante factura y con grandes tamaños). Buenas copas, con bonito diseño -estilizado-, de distinto tamaño las de blanco y las de tinto. También buena cubertería. Mantel de hilo, al igual que las servilletas.

El sitio no es ruidoso, tanto más si se tiene en cuenta que el día de la cena estaba completo. Por cierto, música suave de fondo. En la comida del segundo día le tocó el turno a los grandes éxitos peliculeros de los 80’ (léase, Unchained melody de Ghost. Up where we belong, de Oficial y Caballero, I Just called to say, I love you de la Mujer de rojo y The tyme of mi life de Dirty Dancing). Me sonreí pensando en lo mucho que les debo yo, amigos, a estas canciones!!.

Servicio y servicio del vino: Bueno. Rápido y diligente incluso cuando estaba hasta arriba. Serviciales y muy profesionales. Las esperas entre plato y plato eran correctas, permitiendo disfrutar, hablar con el resto de los comensales de mesa acerca de los platos servidos o tomar adecuadamente mis notas (en su caso). Un dato adicional, controlan también el tema del inglés, a un cierto nivel, lo que siempre facilita las cosas. Y otro más, el segundo día que fui el camarero que nos atendió se acordaba de mi apellido y además me recomendó una Enoteca que no conocía, lo que siempre resulta de agradecer.

El servicio del vino fue correcto, salvo en un detalle. El blanco de la primera noche -un sauvignon blanc sin mayor interés cuya elección no fue mi responsabilidad- fue servido a correcta temperatura, pero sin que se proporcionase una cubitera con hielos o similar, lo que hizo que el vino tornase a infumable al final de la cena del primer día. El vino (tinto) de la comida mejor. ½ botella de Valpolicella superiore Monte Garbi (mucha fruta negra, contundente, balsámico, especiados dulces y algún torrefacto). 16 euros la media botella.

En cuanto a la carta de vinos, es extensa, pues conté aproximadamente unas 100 referencias de blanco y otras tantas de tinto, así como 7 rosados. Sin nombres excesivamente llamativos y moviéndose entre los 30 y 50 euros la mayoría. Junto a ello, algún nombre de referencia (Sassicaia -300 euros-, Tignanello -100-). Junto a ello, tienen una representación, menor y básica, de algunos vinos franceses, quizá un tanto sobrepreciados. Por cierto -y para quien le interese- tienen una buena variedad de cervezas artesanales.

Comida: Siguiendo la línea de comentar mis dos visitas, me centro primero en la cena y después en la comida del día siguiente.

Antes de ello, os comentaré la carta. Tienen dos menús degustación, uno más largo, de siete platos, por 80 euros y otro de cinco por 65 euros, los cuales, visto lo que pagué yo el día de la comida por dos platos y vino (70 euros), quizá pueda ser una opción a considerar. De otro lado está la carta, la cual cuenta con 9 opciones de antipasti (entre 16 y 25 euros), y además 6 tipos de pastas, algún rissoto y alguna sopa (16 euros). Tienen también cuatro tipos de pescado (sobre 30 euros todos) y tres tipos de carne (27 euros las tres)

En mi caso, para cenar, y como ya os he dicho que no tenía excesiva gana, opté por un milhojas de rodaballo con patatas con calabaza in saor. Presentado en forma de torre, intercalando ambos productos, la verdad es que estaba fabuloso. Rica materia prima y excelente el conjunto. Muy buena cocción. La acompañaba octava parte una cebolla asada, con aceite y base de aceto balsámico y presentado en forma de pétalo de flor. La verdad: aquí fue cuando empecé a “maquinar” mi reserva para el día siguiente.

Puedo comentar, además (de vista, no de sabor) los platos de mis compañeros -que, por cierto, son de “buon mangiare”-. Todos ellos pidieron antipasti, entre los cuales destacaban unos langostinos envueltos en hilos de pasta casi cruda y con base de berenjena asada y una sopa de pescado en costra de pernod y que es fácilmente identificable, pues es la única de la carta y que quienes la probaron decían que estaban muy buena. Presentaciones impecables -los langostinos en un plato alargado- y la sopa en un plato de porcelana blanca muy bonito. De segundo, algunos de ellos pidieron lubina, con una base de crema y patatas paja y otros ciervo, teniendo este último una pinta excelente (tres cilindros de lomo de ciervo, bien tostado por fuera y rojito por dentro, acompañado de diversas mermeladas). El comentario generalizado era que todo estaba fantástico.

Por cierto, antes del inicio de la comida te sirven un pequeño aperitivo que, en el caso de la cena, fue un boquerón marinado con una polenta muy rica (cosa curiosa, porque las dos o tres que me he comido me han hecho apostatar de la misma). Presentado en un pequeño plato circular. Al día siguiente -día de la venganza-, dicho aperitivo aún fue mejor. Un helado de higos fantástico con lascas de foie por encima. Muy buena presentaión en un plato que hacía ondulaciones y en la que el alimento coronaba el centro. Efectista y muy efectivo. Riquísimo.

El primer plato estuvo constituido por gambas rojas (5, de buen tamaño) sobre crocante de panceta con patatas chips y berenjena. Muy bonita presentación en un gran plato hondo. Lo probé todo de forma aislada y luego en su conjunto. Las gambas exquisitas, crujientes, sabrosísimas. Base de patatas chips y la berenjena por encima. Esta última parecía haberse quedado algo “tiesa”, pero al juntarlo todo con la salsa que lo acompañaba… Buff. Muy bueno. Como ejemplo baste decir que, a estas alturas de la comida, no había probado más que una sola copa de vino. Sólo una!!

En cuanto al segundo, el mismo estuvo constituido por un cilindro di arrosto de cordero, con mórbido de patata e compota di dolce. Más sencillo de lo que se deduce del nombre. Cordero en lascas (bueno) con un salga jugosa, y acompañado de puré de patata (bien acabado, nada de engrudo) y trozos de una clara manzana asada. Bien, pero para lo que había visto hasta entonces, un plato “menor”. El más simple, el más flojito). Quizá debí pedir el ciervo que vi la noche anterior.

Para ambas comandas, te sirven una selección de tres panes, en forma de pequeños bollitos (dos de cada uno). Además, recién hechos, tiernos, esponjosos. Muy ricos y muy útiles, pues algo se rebañó.

Y llegó el turno dei dolci. Lástima, nadie se pidió postre en la cena -tampoco yo al día siguiente-. Pero la carta presenta una selección bastante seria (8 opciones, entre 12 y 14 euros -ya veis, no baratos-), siendo este último precio el que correspondía a una selección de pastelitos que sirvieron en la mesa de enfrente y que tenía una pinta fenomenal. Hizo bueno el dicho de que muchas veces se come por los ojos.

En sustitución -o en compañía- de los anteriores te sacan unos petit fours consistentes en unos biscottinos presentados en una especie de copetta. 5 trocitos: de almendras y pasas, un mini merengue, uno de sabor muy similar a las tradicionales “lenguas de gato”, un dulce de pistaccio (muy típico) y uno de chocalate con una pequeña avellana en el centro.

Cuestión aparte es el tema de los cafés e infusiones: aparte de los habituales -machiatto, espresso y capuccino- existe una magnífica variedad de tisanas (5 euros). Por la noche me apunté a una de ellas.. denominada, de forma rimbombante, monos de indonesia (¿?), pero que estaba muy buena de sabor. Presentada en unas bonitas teteras individuales. El día de la comida me decanté por un limoncello, servido a perfecta temperatura y bastante bueno (nada de los tradicionales brebajes edulcorados), pero cuyo precio, 6 euros/minicopita, me parece una tomadura de pelo auténtica, si tenemos en cuenta: a) que la noche anterior había cenado allí y b) que en una buena parte de los restaurantes, no de Venecia, sino de Italia, esto “viene de serie”.

Todo por los ya mencionados 70 euros. La cena, más barata, 30 euros (lógico, un plato menos y menos bebida).

En todo caso, y ya para concluir este largo comentario: un sitio donde se come muy bien, donde la comida goza de una magnífica presentación y donde se puede disfrutar plenamente a nivel gastronómico, acompañando el condumio con una buena botellita que no horadará el bolsillo. Todo ello en un entorno agradable y con un buen trato al cliente.

De ahí que no pueda acabar sino animándoos a ir cuando os deis un buen rulo por Venecia. Insuflaros del espíritu Indiana Jones, una buena brújula en forma de mapa, un kilito de paciencia y a buscar este arca pérdida. Dar con ella es un poco como la última cruzada, pero la recompensa se encuentra: y tiene forma de pequeño grial gastronómico.

PD. Quisiera dedicar el presente comentario a los siguientes personajes anónimos: 1) El conductor del vaporetto que hoy me ha conducido de Piazza San Marcos a Piazzale Roma; 2) El conductor del autobús que me ha trasportado al aeropuerto Marco Polo de Venecia; 3) Al comandante (y personal) de Vueling por trasladarme de Venecia a Barcelona, sin perderme, además, la maleta; 4) A la conductora del autobús que me ha trasladado entre las dos terminales del Aeropuerto del Prat; 5) Al conductor del tren de conexión de este Aeropuerto con la Estación de tren de Sants; 6) Al/A la maquinista (o maquinisto ☺) del AVE que me ha dejado a Zaragoza; y 7) Al taxista que, culminando la labor de todos los anteriores, me ha “depositado” amablemente en casa. Sin vosotros, este comentario nunca hubiera sido posible.

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