acudimos por recomendanción de unos amigos.
es un restaurante francés con detalles mediterráneos en la carta.
al llegar, francamente la entrada no le hace honor.
parece un bar/restaurante...algo raro, pequeño, como encogido, con maderas viejas y un cartelón al lado de la puerta promocinando algún tipo de menú...
una vez dentro el susto se acaba y entramos en el "si pero no"... pequeño y romántico, si no hay mucha gente, si hay gente con lo pegadas que están las mesas y el escaso espacio libre se complica un poco más...
todo tiene un color/iluminación tenue... dando la sensación de que necesitan una pequeña reforma que les permita dar más luz al local...
hay algunos cuadros, algunas fotos de gente más o menos famosa, esto ya va por barrios...
mantelería bassols, con bastante vida, loza y cubiertos correctos, cristalería desfasada, copas "gordas" y algo bastas...
la carta es amplia y dispone de diversidad de menús, con lo que los precios no son un problema.
la RCP es correcta, comimos varios platos, a destacar una founde de queso con pan que había sido dejado secar y nos encantó.
el servicio es amable y cercano, en resumen un local francamente recomendable, siempre y cuando vigiles el vino...
el vino, dejando las copas horribles que hemos comentado, tiene unos precios francamente salvajes... multiplicando por tres la gama más baja y por dos la media alta...así el Belondrade y Lurton sale a 49,95 euros.....
deberían cuidar este tema, y cambiar las copas.
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