La Oliva
En una noche ibicenca muy caliente, a las 21.30h llegamos a nuestra reserva en La Oliva, entre los batidos de mi abanico y el recordar de la cena del año pasado una fenomenal rosada sangría de cava aterrizo en nuestra mesa.
Para empezar nos compartimos un divino carpaccio de vieiras, grueso, pero tierno como mantequilla, con aceite de cítricos y ensalada de quinoa con concassé de tomate fresco y brotes, muy refrescante siendo que estábamos en horno que es Dalt Vila.
Para los entrantes me resistí al pedido del año pasado, el carré de cordero, y pedí el solomillo con foie gras y puré de patatas, un tierno pedazo de cielo que solo pude apartar de mis pensamientos cuando vi el lomo de bacalao con risotto de espárragos en el lado opuesto de la mesa. Honestamente, no puedo decir cuál era la estrella en esta cena, sólo que todo queda perfecto como en el año pasado. Espero que así se mantendrá hasta el año que viene para que podamos a ser seducidos de nuevo.
No podía luchar contra la tentación, así que intenté un tulipán crujiente lleno de fruta fresca, espuma de mango y un sorbet de limón muy fresco, un preludio para un final perfecto con un café de cuerpo cuidadosamente preparado por el camarero muy calificado.