Este es uno de mis lugares favoritos en Ginebra. Para empezar, porque tiene personalidad. Sí, esto se repite mucho, pero es que la tiene. Su propietaria, navarra, se la imprime día a día, incluyendo eventos y soirées algo... poco habituales en el mundo del vino, como mezcla de champagne y música punk. Para seguir, porque tienen una corta pero buena selección de vinos, mayoritariamente de Navarra, que son bien servidos (copas Italesse) y a precios muy moderados teniendo en cuenta el rango de la ciudad. Para terminar, porque tiene una cerveza de producción local en el grifo que no ha conseguido ser igualada por ninguna otra que haya probado en la zona francófona de este país.

El lugar está compuesto por una terracita en la acera y un interior acogedor basado en barras, barriles y taburetes altos. No es un restaurante, pues. Tampoco hay fogones. Para picar cuenta con tapas frías y sencillas que varían de cuando en cuando, algunas de origen marroquí como una mezcla de especias con pan realmente buena. También tiene tablas de quesos y embutidos de calidad y precio razonables. El servicio es muy informal y ciertamente cercano, cosa que se agradece si uno vive aquí, pero bien informado y profesional.

En definitiva, una referencia en la ciudad para vinos, cañas, alguna tapa y entremés y, si se tercia, una cena ligera.

(El precio incluido es una referencia por caña + copa + la mitad de una ración/tapa, y la evaluación de calidad/precio está hecha teniendo en cuenta el nivel de precios de Ginebra).