Hace 2 horas que hemos comido (08/08/2014). Os cuento como nos ha ido. Comensales: dos adultos y dos niños de 4 y 5 años.
La mesa la teníamos a las 14:30, y el primer plato apareció a las 15:20. Teníamos reserva porque nos recomendaron el arroz caldoso (arroz con bogavante, nécoras, almejas y langostinos), pero primero pedimos pulpo a feira.
Nubes: el pulpo muy duro; lo dijimos y nos trajeron otro. Seguía duro, aunque algo menos. Supongo que sería así como lo ponían, pero hemos tomado bastantes veces esta forma de cocinar el pulpo en otros lugares, e incluso lo hemos hecho en casa y el 70% de las veces bastante mejor. Bajo mi punto de vista, le falta cocción.
Los camareros parecían que estaban luchando por la Q-1 de la fórmula 1. Los pobres no daban a basto. Al menos, faltaban 2 para poder ofrecer un buen servicio de comedor (todo el restaurante estaba lleno).
Sol: El arroz caldoso estaba espectacular, y la ración para dos personas super abundante. Perfectamente podían comer 3 ó 4 personas.

En los postres, los niños tomaron bolitas de helado (muy buenas) y nosotros tarta de chocolate con helado de mandarina tambien bueno, y café.

No puedo opinar sobre lo demás. La gente parecía contenta, pero nosotros, al principio con la espera y el pulpo, muy cabreados, aunque luego con el arroz fenomenal.
Para los precios que se pagan, podrían tener al menos 2 ó 3 camareros más.
¿Volveríamos?..., puf, no sé, probaremos otros a ver que tal.

No estábamos preparados mentalmente para los precios de la carta, pero nos decidimos finalmente. Un acierto. Un plato del día exquisito, la atención muy correcta.
Se componía el plato del día de un pastel de cabracho, sabroso sin ser pesado. Muy fino.
De segundo un arroz caldoso de langosta (cabezas) y marisco que no desmerecía.
Finalmente medio lenguado a la plancha que completó un menú al que no hay que darle más que parabienes por el precio; 20 euros por persona. Incluía una botella de Ribeiro. Pedimos que nos la cambiasen por un Monterrey blanco, Crego e Monaguillo, con intención de pagarla, pero ante nuestra sorpresa no la cobraron.
El postre, flan de queso y helado, muy sabrosos.
Las vistas a la Ría, impresionantes y desde todas las mesas. Un lugar para no fallar.