Ciertamente, al menos para mí, no es Lleida una ciudad reseñable por su oferta en restauración, aunque a pesar de las sombras del lugar también hay alguna luz que merece ser destacada, y este restaurante, discreto y elegante a la par que moderno y acogedor bien merece un comentario en la red. Situado en lo que en la ciudad llaman "zona alta", el lugar es especialmente cálido y su servicio exquisito.
Empezamos con unos boletus edulis templados, con un ligerísimo perfume de haber sido salteados previamente. Por medio algunos piñones. Presentados en un bol grande de porcelana blanca, el plato me pareció realmente delicioso.
Continuamos con el ya ahora casi denostado foie fresco (no mi-cuit), y digo “denostado” porque tras esa invasión hace pocos años en la que hubo, bajo mi criterio, una profusión excesiva en las cartas de cualquier restaurante, independientemente de su pelaje , hoy en día sucede al revés, y ha vuelto a convertirse en lo que siempre fue: un plato esquivo y poco habitual. En este caso, amén de la presentación que era perfecta, el foie había sido preparado con una reducción de pedro ximenez y se acompañaba de una exquisita confitura de albaricoque. Excepcional.
De segundo, éramos tres, y nos atrevimos por recomendación, con una dorada de lonja a la sal. ¡¡Qué riesgo!! Antes de cocinarla nos presentaron a la noble dorada en la mesa y ciertamente su aspecto era inmejorable.
El resultado final, como casi siempre me ocurre con este plato, se situó por debajo de las expectativas generadas por el mismo. Qué complicado es encontrarle el punto de horno y conseguir que la pieza ni quede excesivamente seca, ni tenga un contraste demasiado grande entre la salada zona superficial y el resto de la carne que puede resultar sosa. En fin, aquí la pieza quedó realmente seca, y a uno le invade cierta tristeza al pensar que con cualquier otra cocción el resultado seguro que hubiera sido muchísimo mejor…pero había que probar…, y no me arrepiento de haberlo hecho…
A los postres, también una elaboración difícil: tiramisú. Aquí acertamos plenamente.
Acompañamos la cena con un Alto Siós, D.O. Costers del Segre, que sinceramente me impresionó acostumbrado a no acertar casi nunca con los vinos de esta DO. Intenso, de color rojo rubí, con muchos matices y un muy agradable paso en boca. Quizás de precio subido, 25 euros.
En definitiva, creo que un buen restaurante (aunque algo caro) en una plaza complicada como Lleida, donde la calidad de la materia prima me sirve para compensar, en este caso, que el plato estrella no cumpliera al 100% las expectativas en cuánto a su resultado final.
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