Sábado complicado en Vitoria para salir a cenar (el "Glorioso" ha ascendido de categoría y mucha gente sale a cenar para celebrarlo). Tras llamar a las primeras opciones y ver que estaban llenas, me acuerdo de este restaurante, que está situado en un pueblo cercano a la capital (unos 20 km) y del que siempre he oído hablar medianamente bien. En principio prefería que nos quedáramos en Vitoria por el tema de los controles de alcoholemia, pero como la chica de la pareja con la que vamos a ir a cenar no bebe, pues no hay problema para el regreso.
El mesón Erausquyn empezó a funcionar como casa de comidas hace más de doscientos años, si bien los usos que se le dieron posteriormente fueron cambiando. En la actualidad lo regenta una familia, cuyo cocinero, Juan Gil Ruiz, de sólida formación, realiza una cocina que se englobaría en la filosofía conocida como Slow-Food. Prueba de ello es que trabaja con proveedores que le ofrecen fundamentalmente productos locales. Es pues un local con cocina de temporada y, digamos, de terruño. En invierno organizan, junto con otros restaurante de pueblos de la zona, unas jornadas gastronómicas basadas en productos de la Llanada Alavesa (patata, setas, caza y queso Idiazabal), comarca en la que se ubica este restaurante. En las últimas me quedé con las ganas, pero en las próximas intentaremos no fallar.
El negocio consta de un bar y de dos salas, que abren en función de la demanda. Nos ubicaron en la de abajo, que es la que usan a diario. Con paredes pintadas de tonos ocres, la estancia trasmite calidez (hacía falta, pues fuera llovía y la temperatura no pasaba de 10ºC), si bien le vendría bien una iluminación más potente. Las mesas están bien separadas, pero las sillas no resultan demasiado cómodas al ser de madera. Nos atendío con mucha amabilidad y ganas de agradar la madre de la familia, que estuvo todo el tiempo pendiente de que estubiéramos a gusto. Pedimos el menú degustación, que cambian continuamente, y que por 35€ (impuestos incluidos) consta de 5 platos, postre, vino de rioja joven, pan y café. En nuestro caso solicitamos la carta de vinos para cambiar el vino que ofrecían con el menú, pero ésta no existe, así que nos dicen de memoria la escasa oferta de la que disponen. No vemos nada interesante, decantándonos al final por un Bauza blanco 2012 y un Bauza tinto crianza de 2009, que nos recomiendan y que resultaron simplemente correctos. No nos cobran el primero, al ir ya un vino incluido en el menú, y por el segundo pagamos 12€. Las copas iniciales son malas, pero con el tinto nos bajan del comedor de arriba otras que superan con creces el aprobado.
El menú constitió en los siguientes platos:
- Terrina de foie casero con mermelada de pera y polvo de frutos secos: muy buen foie y muy buenos los acompañamientos.
- Verduras de temporada: verduras con el punto exacto de cocción sobre un fondo vegetal. Muy bueno.
- Migas de pastor con crema de patata y huevo a baja temperatura: fue el plato que más gustó, si bien la textura del huevo no estaba muy bien lograda.
- Merluza sobre fondo de pisto: excelente punto de elaboración del pescado, que se presentaba acompañado de un rico pisto que le daba algo de potencia al conjunto.
- Pluma de cerdo con ravioli de boletus: aunque no estaba mal, no terminó de convencernos, pues la carne estaba quizás demasiado hecha.
- Fresas en vinagre con helado de aceite: riquísima combinación de sabores. Remate fresco y ligero para un menú muy aceptable en líneas generales.
En resumen, un sitio para comer muy aceptablemente y a buen precio, si bien con mucho potencial de mejora en algunas cosas.
Este invierno, no el que estamos padeciendo ahora, sino el que luego llega hacia diciembre (espero que no empalme uno con otro) si te animas vamos. Mi casa creo que puede acoger a dos personas más, o sea que no tienes escusa para no venir.
Tengo asumida mi condición de patatero desde antes que esos dos sujetos me lo llamaran. Lo de la cuna del pataterismo lo digo por que el restaurante está en un pueblo en el que se cultivan toneladas de patatas.
Tienes razón en lo de los vinos, con cualquiera de los de hace una semana hubiera disfrutado esta noche como un gorrino. Por cierto, hablamos en la cena mucho de ello, pues el amiguete con el que fui es también un forofo de los vinos.
En este caso las raciones eran abundantes, por lo que el precio resultó de lo más ajustado. Cada vez son más los restaurantes que ofrecen menús con el precio final señalado de antemano. La verdad es que se ha usado (y se usa) demasiado la técnica de indicar el precio del menú como gancho para atraer clientes que luego han visto sorprendidos que si se le añade el pan, el vino, los cafés y el IVA se alcanzan unos precios que para nada se parecen a lo que se esperaba pagar.
Un amig@ no bebedor deberíamos tener todos, jejeje!
Fresas con vinagre?? Comentas que muy buena la combinación, pero no sé si me atrevería yo a poner vinagre en las fresas... curioso, no?
Saludos!!
Pues la verdad es que es una suerte tener a alguien que no le importe beber cuando sales fuera a comer. Lo de las fresas con vinagre no es nada raro por estos lares. Te voy a buscar una receta de Berasategi, que es la que suelo hacer yo en casa, y te la envío. Es sencillísima y quedan muy ricas.
Una suerte, sí que sí!
Ok, espero esa receta a ver si me arriesgo y te cuento...
Graciassssssss
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