Precioso color ambarino oscuro con destellos yodados.
La nariz de este malta es algo inenarrable. Brutalmente intensa, complejísima, con un alcohol apenas perceptible y que nos lleva a los registros del más viejo oloroso jerezano, con notas de frutos secos, maderas viejas, balsámicos, especiados, regaliz, hierbas, yodo, piel de naranja y miel de brezo. Una verdadera pasada.
En boca es algo salvaje por su fuerza vital, de paso redondo y sabroso, enormemente balanceado y de marcada personalidad en el final, dejando notas de frutos secos amargos y especias. La persistencia de un malta viejo es la mayor de de todas la bebidas, si un viejo oloroso deja muchos minutos en este malta pasan casi las horas. Se queda en el recuerdo dejando su huella imborrable.
Hace unos días cumplí 40 años y mi mujer me sorprendió regalándome este whisky destilado en mi año de nacimiento, ayudada con la inestimable colaboración de Mario (restaurante El Padre) para su búsqueda, ya que sin duda es uno de los mayores expertos que conozco en maltas. Y a parte del significado especial que puede tener y tiene, lo cierto es que es algo muy exclusivo, sencillamente estratosférico, un whisky lleno de fuerza y complejidad que se queda en recuerdo para siempre. Lo disfrutaremos sorbo a sorbo.
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