En Europa se cree (todavía) qe el tequila lleva en la botella un gusano ahogado. No, señores. Ese es el mezcal. Diré más: es el mezcal para los gringos que visitan Oaxaca. Los mexicanos no debemos ese tipo de mezcal. Bebemos este tipo de mezcal, que es al tequila lo que el armagnac es al cognac.
Esta botella la traje de México en mi más reciente visita a la patria. Tiene una nariz potente y bien definida, con aromas de agave cocido, piña, un marcado carácter ahumado, y miel. En boca es potente y amable a la vez, pues tiene un recorrido dulce y balanceado y es muchísimo menos seco que los mezcales comerciales. En la salida destacan los ahumados pero el alcohol patea, si bien compensa con un final larguísimo que combina la rusticidad del buen mezcal con el dulzor de la fermentación y destilación características de este licor, que alcanza cotas místicas en las etnias de Oaxaca.
Es tan, pero tan auténtico, que cuando encuentre con quien compartirla entre estos suizos, nos le beberemos de un jalón. Lástima que no se lo encuentre fuera de México.