Amarillo intenso que no llega a dorado. Limpio y con brillo.
La nariz posee mucha fuerza, con una presencia frutal de primer orden (lima, manzana verde y uva blanca). Aparte, notas anisadas, hinojo, pimienta blanca y un pronunciado acento mineral que rodea a todo el conjunto. Aunque de momento se muestra austero, el aire le viene de perlas y abre los aromas.
En boca es un auténtico pura sangre: una contundente columna vertebral dotada de una inmensa frescura. Pese a tratarse de un 2013, el matiz graso acompañado de la acidez nos permite disfrutar plenamente de este Chassagne. Observamos cierta presencia alcohólica y de barrica tan bien trabajada que no atosiga ni invade ni siquiera cuando el vino se calienta en copa. Sabores nítidos que se alargan en el paladar.
Final marcado y juvenil.
Directo y racial. Aunque ya he comentado muchas veces que los buenos blancos de Borgoña los disfruto en cualquier momento, aquí veo una tremenda capacidad de guarda.
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