En los alrededores de la Plaza de España, hay gran número de restaurantes. Si visitas Roma, la mayoría de ellos, con un cierto nivel y buena decoración se encuentran en esta zona.

Callejeando por allí, decidimos entrar a este un poco al azahar. No es muy grande, unas 15 ó 20 mesas, tonos cálidos, mostrador a la entrada con algunos pescados y un bogavante sobre hielo y poca ocupación para ser un sábado por la noche (sólo éramos tres mesas).

Carta en italiano e inglés, servicio compuesto por un camarero y el que suponemos sería el dueño que se paseaba por el restaurante un poco aburrido, cambiando el florero de sitio y mojando a los peces con spray. Copas de baja calidad y vajilla normal.

Nuestra cena consistió en lo siguiente:

ENTRANTES:

Tartar de atún.- Correcto
Carpaccio de pulpo.- Excelente, aderezado con un poco de limón, cebollino, pimienta negra y un excelente aceite.

PRINCIPALES:

Dorada a la plancha.- Buena calidad, pero un poco pasada de punto, la pedimos poco hecha y se les fue un poco la mano. El animalito en cuestión pesaba 900 gr (o eso ponía en la nota) y el precio 70 €.

No estábamos llenos, así que para rematar pedimos un par de platos con quesos variados (18 € por plato) en los que había un poco de todo, los mas fuertes sobresalientes, el resto normales.

Para beber tomamos un vino blanco de la región del Piemonte, un Rodero Arneis 2012, que trajeron a temperatura ambiente y tuvieron que enfriar con cubitera.

Anéctota: El vino lo tienen un poco apartado de la mesa. En nuestro caso, estaba junto a los de la mesa de enfrente, una mesa con seis personas que entre plato y plato salían a fumar a la calle. En unos de esos momentos, el camarero nos sirvió la dorada y por error nos llenó un par de copas del vino de la mesa de al lado. Mi pareja se dio cuenta, el camarero la miró, ella dijo que "tuto bene" y el camarero asintió como si no pasara nada. Cuando entraron los de la mesa de al lado, nos dio por reírnos con la risa boba que no puedes parar. Eso fue lo mejor de la noche.

Nos sirvieron una cestita con cuatro trozos de pan bastante flojo (4,40 €) y una botella de agua (5,50 €).

Al terminar nos obsequiaron con un limoncello, a mi pareja le dieron una rosa y al salir reverencia y beso en la mano.

En resumen, local agradable, servicio correcto y caro de narices, pero las risas que nos dimos bien valieron la pena.