La perspectiva de ir a cenar al restaurante Dalí del Hotel Le Meurice me encantó. No sólo porque esperas mucho en cuanto al nivel gastronómico, sino porque a poco te guste la historia moderna como es mi caso, sabes que allí se instaló en la II Guerra Mundial la plana mayor de la Wermacht, el ejército alemán, hasta que los franceses los echaron de París. Y quieras o no te impresiona el lugar.
Es uno de los comedores más bonitos en que he estado en mi vida, lástima que ni la comida ni el servicio estuviera a la altura del lugar y mis expectativas se vieran frustradas.
Íbamos un grupo de 9 personas a menú cerrado, y nos dispusieron en 3 mesas corridas, en un lado sillas, en el otro sofá; a mí me tocó sofá y era cómodo para sentarse pero no tanto para comer.
La recepción fue muy amable por parte de una señorita pero luego en la cena la atención fue mucho más fría.
Los platos y el vino venían explicados en una minuta de cartón impresionante, mucho más lujosa que la de muchas bodas.
De aperitivo nos ofrecieron una pequeña quiche que estaba riquísima.
De primer plato: "Comice pear salad with almonds and Comté cheese", En resumen era un gran cuenco de ensalada individual con lechuga, tomate, trozos de pera, de queso y almendras; tuvimos que pedir más aliño porque aunque al parecer ya lo estaba pues éste era más bien escaso. RAción excesiva, al final no sabías qué hacer con tanta lechuga.
De segundo "Roast chicken breast form Challans sautéed potatoes and chanterelle mushrooms". Se acompañaba de una jarrita individual con una salsa. La verdad es que la pechuga de pollo estaba muy rica, tiernísima, pero aunque los pollos de Challans los alimenten con corn-flakes no dejan de ser pollos.
De postre "Dark and blond chocolate tart, golden souffléed meringue", un trozo de tarta muy bueno.
El tema vino ocupa un capítulo aparte. Los caldos del menú: 2010 Auxey-Duresses Domaine Agnès-Paquet y 2010 Crozes-Hermitage Domaine E.Darnaud, excelentes ambos.
Ya advertido de la escasísima calidad de las copas en París las de este local tenían más nivel sin ser tampoco excepcionales. Los compañeros del grupo tenían la deferencia de dejarme la voz cantante en el tema, y así se lo dijeron al sommelier. El chaval, todos los camareros eran muy jóvenes, pasó totalmente y el colmo llegó cuando le dije que si podían enfriar el tinto que llegó a la mesa caldito. Vaya, parece que se lo tomó a mal y se lo tuve que pedir un par de veces, la última ya con un poco de mal café por mi parte. Casi pasé un mal rato y ya el resto de la cena pues disfruté poco.
El menaje acorde con el lugar en lo referente a cubiertos y mantelería.
Pan de un par de clases con buena mantequilla.
El servicio como he comentado muy poco cercano, como si el empaque del lugar les obligara a ir estirados, y la actitud del sommelier en mi opinión detestable.
Lo mejor de la estancia sin duda fue la visita al bar del hotel; un lugar precioso con una carta de licores impresionante, servidos de maravilla, a precios estratosféricos; pero así como las copas valían lo que pagabas contando la calidad, el lugar, la comodidad y la historia del local no así la cena que tarifó 181€ per cápita, analizando plato por plato la RCP es muy mala.
Me invitaron y me supo fatal que luciera tan poco la invitación.
Si vuelvo por París me gustaría ir por el bar otra vez, por el restaurante ni pensarlo.