fue cenar en este restaurante situado en una buenísima zona de tapas y copas en pleno centro de la ciudad.
Tiene mesa en la calle, fantásticas en estas fechas, dentro y en un primer piso que es donde nos ubicaron a nosotros.
Mesa muy bien vestida, menaje de calidad y decoración clásica, en la que destaca la abundante presencia del vino en una pared climatizada al lado de la escalera de acceso a la planta que te permite hacerte a la idea ya antes de sentarte que estás en un local con muy buena oferta. Lo confirmas rápido al pedir la carta de vinos, en la que aparte de la amplia representación de tintos, cavas, champanes y dulces también destaca la de blancos. Muy buen coperío y servicio, nos enfriaron el tinto sin problema.
Compartimos entrantes: ensaladilla rusa (por lo que he visto un clásico en la ciudad), jamón y boquerones.
Los segundos a elegir de calidad irreprochable y cocinados con muy poco artificio, primando el producto y acompañado de correcta guarnición. Yo en concreto tomé un lenguado menieure que recordaré largo tiempo, otros comensales besugo al horno, rape plancha, solomillo,...
De postre una degustación de dulces.
Pan correcto de un solo tipo, quizás lo más flojo.
Nos atendió un camarero profesional a tope, hacía como los buenos árbitros: no se notaba que estaba pero iba todo como la seda.
En fin, ésta era una recomendación de AntonioJesús y se la agradezco porque salimos encantados. Me encanta esta cocina clásica de elaboraciones sencillas en que el producto es el protagonista absoluto.