A pesar de su nombre no ofrece cocina española, sino tradicional francesa. Ubicado en pleno centro, dispone de terraza en la calle peatonal en la que está ubicado, la barra en la planta baja y pequeño comedor en el primer piso. Decorado con fotos de artistas clásicos del cine. Mesas pequeñas y sillas discretas. No reservan y esa noche estaba lleno a rebosar.

Ofrece dos menús distintos por 14.90 y 19.90 ambos compuestos por entrante, principal y postre, además de ofrecer varias propuestas como platos del día a precios diversos. Mesas sin vestir, vajilla y cubertería funcional. El propietario que ejerce de jefe de sala, habla un poco de inglés y también de español. El servicio es rápido y simpático, pero resulta un tanto atropellado, por el lleno absoluto que tenían esa noche y por el continuo tránsito del servicio desde el primer piso donde se sitúa la cocina y el comedor interior hacia la terraza.

La carta de vinos es muy corta, apenas compuesta por 15 sencillas referencias. Copas malas.

Nuestra experiencia fue para cenar y nos decantamos por el menú de 14.90 euros y consistió en:

Entrantes:
• Calamares a la romana, con terrina suave de pescado y verduras. Los calamares discretos y la terrina mejor.
• Ensalada de jamón serrano con queso de cabra en tostadas. Buena, abundante y muy bien aliñada.

Principales:
• Musaka con patatas fritas caseras y ensalada (buenas, pero no tan buenas como las hacen por lo general en Francia).
• Tartar de salmón con patatas fritas y ensalada. Muy bueno el tartar de salmón, sólo por este plato ya valía la pena el precio de todo el menú.

Compartimos entrantes y principales. Destacar la buena presentación de los platos, a pesar de ser un establecimiento sencillo. Esa noche no nos apetecía beber vino (cosas que pasan, raras ocasiones, pero pasan), así es que acompañamos la cena con dos cervezas de barril. Todo ello por 35.60 euros.

Recomendable por su buen precio, ubicación y servicio. Platos sencillos pero bien ejecutados