De la lista de restaurantes a visitar, este era el mas especial por todo, decoración, servicio, cocina...

En la web se puede ver como es y Aurelio lo ha descrito perfectamente en el anterior comentario. Dispone de varias salas, en la nuestra las mesas estaban muy juntas y la insonorización era muy deficiente, con lo cual lo que debería ser un restaurante distinguido, con los ojos cerrados parece mas bien una cervecería.

El local a tope, no cabía ni un alfiler, así que conviene reservar.

La carta está dividida en entrantes, principales y postres. Los platos no tienen precios, puedes elegir un menú corto (entrante y principal) o menú largo (entrante, principal y postre, o dos entrantes y principal). El cocinero es indio, cosa que se transmite en algunos de los platos.

ENTRANTES

Aceite, pan y cous cous.- Cortesía de la casa, un buen pan de cereales y otro negro, un aceite rico rico y dos cucharas con el cous cous, pimiento, cebolla y lentejas.

Degustación de especialidades indias y degustación de entrantes Vzatisi.- Raciones bastante cortas. Combinación de sus mejores entrantes que aunque buenos, no nos sorprendieron.

PRINCIPALES:

Rodaballo.- Un pelín seco, acompañado de zanahorias, berengena, una crema de naranja y tinta de calamar. Lo mismo, aunque bueno no llegó a emocionar.

Black angus.- El mejor plato de la noche. La carne excelente, la cocción al punto prefecta, el plato lo trajeron caliente para que aguantara al máximo la temperatura.

De postres tomamos menú degustación de postres y surtido de quesos. El primero compuesto por tres trocitos de tartas variadas y el segundo llevaba tres quesos, camenbert, queso azul y un queso tierno de cabra.

En el apartado de vinos, disponen de una carta amplia a unos precios asequibles comparando con otros restaurantes. Tomamos un Moet Chandon servido en copas Riedel. El servicio perfecto, dar a probar y relleno contínuo.

El personal muy amable, intentando agradar, si algo no lo entendías, lo repetían las veces necesarias hasta que asentías.

En resumen, es un sitio que se sale de lo normal, con una buena calidad en general y un impecable servicio, pero que no llega a sorprender en la comida.

Local ubicado en Stare Mesto que ya desde fuera destila vahos de exclusividad.

Se trata de un señor restaurante, con perfecta insonorización y decoración sofisticada, intimista. Mesas amplias pero juntas casi al uso francés, no tanto, carentes de mantel. Comías directamente sobre madera pulida de calidad, como caoba (no a todos nos gustó esta circunstancia). Sillas tipo sillón como de terciopelo o pana planchada. Preciosa y variada vajilla de porcelana alemana.

Cocina moderna checa, pero con numerosas referencias internacionales. Puedes optar por carta o cuatro menús-degustación, y hacerlos éstos más cortos o más largos.

Me resultó curioso y plausible que te permitieran combinar como desearas las comandas de cada mesa. Es decir, que cada uno podía elegir lo que gustara, no obligaban en ningún caso a uniformar las mesas (no imperaba el famoso “a mesa completa”). Así, éramos cuatro comensales y cada uno eligió el sistema que más le apeteció: uno a la carta y el resto tres menús-degustación diferentes (“Bohemio”, “Internacional” y “Zátiší”), dos de ellos largos maridados y uno corto sin maridar… Y el servicio sin una equivocación en toda la velada.

Yo me decanté por el Menú-degustación Bohemio maridado (entendiendo bohemio como relativo a la región de Bohemia, a la que pertenece Praga), que incluía:

• Sopa de crema agria con patatas, champiñones, huevos de codorniz y eneldo. Sabrosa, curiosa, con esos sabores tan de Europa del Este.
• Codornices asadas en aguamiel, acompañadas de risotto de cebada. Eran una codorniz que por su textura y presentación bien podía confundirse con pichón. Lo de que el risotto fuera de cebada no se si se debe a un fallo de traducción… Yo no percibí nada distinto del de arroz, si bien es cierto que estaba centrado en la codorniz, pues estaba exquisita.
• Filete de lucioperca a la plancha, con patatas asadas y salsa de pimiento y riesling. Buen pescado, muy jugoso, sabor muy “fluvial”, acompañado con esa excelsa salsa. A mi me pareció un buen lomo de perca. La traducción literal es lucioperca, especie que yo desconozco. En todo caso, muy rico y bien ejecutado.
• Pato crujiente con col roja y albóndigas de hierba fresca, en salsa de comino y arándanos. Correcto. Era magret, de primera calidad, pero excesivamente dulce. El comino, y mira que me gusta, se perdió entre los arándanos.
• Caliente de ruibarbo y tarta de manzana, con helado de vainilla y ruibarbo. Más tipo strudel que tatín, deliciosa.

Cada menú llevaba un maridaje diferente. Como el mío era bohemio, fue a base de vinos checos, adecuadamente servidos en cristalería Schott alta gama. Me sorprendieron para bien estos vinos checos. En los restaurantes de Praga que había estado hasta entonces, los vinos nacionales que había probado estaban bastante mejorables, sin embargo los que aquí nos sacaron estaban delicados. La sopa fue acompañada por un riesling ligero y fresquito, las codornices por un gewustraminer de buen cuerpo, el pescado por otro riesling (éste más serio), el pato por un zweigeltrebe (fue el único que no me convenció y me lo cambié por un pinot noir que ya era otra cosa), y el postre por otro gewustraminer, en este caso sobremadurado.

Servicio impecable y sorprendentemente amable, y digo lo de sorprenderte a la vista de comentarios anteriores y de lo que nosotros mismos nos encontramos en otros restaurantes de Praga.

Destacar el llenazo que experimentaba V Zátiší y el amplio horario de apertura que tiene, lo que les permitía duplicar mesas sin perder esa atmósfera distinguida que comentaba al principio.