Situado en la orilla de la desembocadura del río Guadalquivir, en Bajo de Guía y frente al parque nacional de Doñana. En la planta baja dispone de una amplia barra y unas cuantas mesas donde se puede tapear, un salón en la entreplanta y otro de amplias dimensiones en la primera planta, con grandes ventanales y excelentes vistas, al mar y a Doñana. El mobiliario es de estilo rústico, la separación entre mesas suficiente, las paredes blancas decoradas con cuadros de distintos motivos y en los techos las vigas de madera a la vista.

Cocina de mercado, basada en la frescura y calidad del producto. La oferta gastronómica se centra en los productos del mar (aunque también ofrecen algunas carnes), pescados y mariscos cocinados al estilo local. Postres clásicos, conviven caseros e industriales. Vajilla y cubertería funcionales. Servicio atento, diligente, dispuesto y profesional.

La carta de vinos es amplia y extensa, está organizada por tipos y DO’s, con un apartado especial para los andaluces. Sobrecargo en el precio del vino, un tanto dispar. El coperío bien de forma, pero un tanto burdo en el grosor. Vinos guardados en armarios climatizadores y servidos con cubitera (si procede), pero sin más formalismo que el de la prueba.

Nuestra experiencia fue para comer y tomamos, los famosos langostinos de Sanlucar (a 86 euros/kilo) en este caso excelentes y muy sabrosos, un buenisimo jamón ibérico, muy bien cortado, calamares rellenos (del propio calamar y huevas), un estupendo y generoso arroz con bogavante y de postre helado de ron con pasas, regado con pedro ximenez. De beber cervezas y manzanilla.

Fuimos invitados, pero la factura costó en torno a los 250 euros para cuatro comensales.

Muy recomendable. Excelente producto y excelentes vistas.