Precioso restaurante situado en la Riviera Francesa. Decoración fuera de lo común, con una importantísima colección de arte privada. Muchos artistas entre las décadas de los 40 y 60 pagaban sus comidas con sus obras, entre ellos Picasso, Miró, Matisse, y un largo etc. Es casi obligado reservar, ya que está lleno casi siempre, y entre la clientela hay mucho turista pudiente americano e inglés. És algo ruidoso, pero el ambiente te permite aislarte en este maravilloso lugar.
El servicio nos atendió rápidamente, y la carta aunque bastante escueta, está bien. En cuanto a la carta de vinos, era también limitada, tenía unas 30 o 40 referencias, con vinos franceses e italianos, de las zonas más importantes, con precios que rondaban entre los 25 y los 500 euros, pero nada más. Nos pedimos un vino de la Abadia de Lérins (pequeña isla en frente de Cannes), que nos gustó bastante, al igual que la comida, que aunque sencilla en su elaboración, estaba realizada con materia de primerísima calidad.
Después de casi dos horas disfrutando, el susto (la cuenta)lo encontré razonable, 250 euros los dos, con un vino de unos 45 euros.
Al acabar dimos una vuelta por los jardines, que son fantásticos, y por el interior del restaurante para ver las obras allí colgadas, ya que nosotros nos encontrábamos en la terraza.