Ya son dos veces las que he estado y seguro que vuelvo. Auna un local distinguido como pocos quedan en Madrid y que pagas lo que comes. Los platos son servidos con muchísimo gusto y encima dados los tiempos que corren, es de agradecer un menu de noche de 65 €. Pruebas tres entrantes y un plato principal a elegir. Lo que más me gustó los raviolis con boletus y un risoto de chipirones esquisito. El bacalao al pil pil también estaba buenísimo. En resumen os lo recomiendo, se está muy tranquilo y con un ambiente delicado a la vez que acogedor.
En mi opinión estamos ante uno de los grandes de Madrid. La comida es muy buena, de gran materia prima. Tal vez se echa de menos una mayor extensión de la carta(especialmente en los entrantes). Las raciones son razonables.
El ambiente es tranquilo. El servicio amable. La carta de vinos es correcta con un precio de 1,8-2x el precio en la calle.
Dos personas: dos entrantes, dos segundos, dos postres + botella de Moet= 220 euros.
Sin duda merece la pena.
Ambiente estupendo, muy tranquilo. Tanto los entrantes (menestra de verduras, salteado de setas de temporada), como los platos (una merluza excepcional y un rodaballo magnífico) inmejorables. El vino un Hacienda Monasterio (Reserva 2001. Ribera del Duero)
muy bebible. El precio, sin vino, 70 euros por persona con postres. Por cierto, el servicio, correcto, sin más.
De los mejores restaurantes donde he estado.
El local es muy bonito, con mesas espaciadas y un con un trato muy afable.
Estupenda cocina, con muy buena resolución en todos sus platos.
Tomamos menú degustación, compuesto por tres entrantes (copa de centollo con una gelatina de sopa de marisco, rissoto con trufa y foie y unas vieiras con crema de verduras exquisitas), y como platos fuertes, bogavante con jugo de hongos y venado con crema de manzana y piña, ambos magníficos, (nunca había probado un venado tan tierno).
Los postres, excepcionales también.
El problema viene con los vinos:
En primer lugar, la carta aunque buena, aparece dividida con menciones tipo "vinos emergentes", "los clásicos", "las novedades", etc., cosa que particularmente a mi no me gusta; en todo caso es una opinión personal.
Pero, las copas, !!ay las copas¡¡; las mismas copas que en Julián de Tolosa, buenas para el lavavajillas, pero no para disfrutar del vino.
La comida, 45 € pp mas IVA, el vino (un Chivite 125 1998 a 31 €), el agua, el pan, los cafés y los orujos, se fué a los 154 €, los dos, IVA incluido, lo cual para lo que se nos ofreció, no está nada mal.
Estupendo marco, una bodega casi medieval, con mesas dentro de tinajas, tres comedores, todo muy manchego, el servicio, agradable e incluso cariñoso, Ramón y Rubén, dos hermanos, en la cocina su madre, la señora Maria, junto a Don Ramón el padre, una carta de vinos cojonuda, clásicos e innovadores, de todas las zonas y precios, la comida muy bien, evoluciona deprisa, llevo tiempo acudiendo y siempre tienen algo nuevo, pero sin faltar a las raices Castellano Manchegas. bien de precio. muy recomendable, no has estado en Daimiel si no fuiste al Bodegón, entrañable y rico.
El servicio ofrecido es poco profesional, por la falta de sumiller, pero es una calidad buena, no barata y la seleccion en su carta de vinos es escueta y buena. Muy rica la caldereta de bogavante. Un pequeño problema las patatas fritas de bolsa no se deben poner de aperitivo.