Las hermanas Bou sacan adelante este templo del "esmorzar" que ha merecido el premio Cacau d´Or 2022 y que se encuentra en un municipio rural de menos de 900 habitantes (y bajando) que ya lleva dos premios Cacau; parece que esta situación va a aumentar la presencia de turismo en el lugar.

En una muy pequeña placita en alto (hay que aparcar un poco antes de llegar) y aprovechando el sol de este final de invierno se convierte en una terracita con parasoles ideal para ese almuerzo  de muchos ciclistas de paso por la Sierra de Espadán y no ciclistas locales más algún turista gastronómico como nosotros. Digo lo de ciclistas porque es un clásico lo de las paradas en ruta para almorzar y así ocurrió con José María Bou y conoció a la madre de Teresa y Belinda que ahora llevan el local

Servicio joven, conocedor de su trabajo y eficiente en el servicio exterior y en el interior. Tras la barra, las hermanas son las que llevan la voz cantante y a fe que lo hacen bien pues también sus hamburguesas han sido premiadas.

Las aceitunas variadas y de calidad notable más unos buenos cacahuetes con corteza (como deben ser) más la bebida, tinto de verano y doble de cerveza de presión bien tirada ameniza la muy corta espera mientras llega la comanda.

Hay mucha variedad de opciones cantadas a pie de mesa. Elegimos con muchas dudas:

. bocadillo de sangre con cebolla: muy en su punto y jugosa la cebolla y muy bien la sangre troceada. Muy bien.

. bocadillo de magro con tomate: no había género para todo el pan, así que lo complementaron con varios trozos de lomo (muy magro); el tomate impregnaba el pan y se convirtió en un reto poder acabar sin  manchas, pero ¡qué placer!. Muy bueno.

. ración de tortilla de espinacas: poco jugosa pero sabrosa. Bien.

El pan, elemento muy importante en el almuerzo, de nivel top: crujiente, algo más de media barra ancha en el centro y bien repleta de material.

El culmen llega con los cremaets, de lo mejor que he probado, tan especiales desde su presentación en "perolet" (ver foto) hasta su sabor por la presencia de miel milflores de un apicultor del pueblo (llegan a gastar una media de más de un kilo al día y llegan a servir más de 170 almuerzos en un día, más las comidas y cenas). 

Además, al ir a pagar en barra, nos obsequian con unos chupitos caseros con zumo de limón y hierbabuena más algún ingrediente secreto que no conseguí arrancar. A cambio me prepararon una botella de litro y medio para el camino puesto que no lleva alcohol.

Con todo ello más las loterías que sellamos, salimos más que contentos y aunque nos pilla lejos, nos gustaría volver.

Como dice Michelín: "merece la pena el desvío": incluso ir adrede.