Para la última noche de nuestra estancia en la ciudad de Tarragona optamos por variar un poco el estilo de cocina que imperó en este viaje y nos decidimos a visitar este restaurante mexicano que nos había recomendado un buen amigo que trabajó varios años por la comarca del Tarragonés y que tan buenos sitios nos había aconsejado hasta ese momento.

El local, al igual que los otros visitados el fin de semana en servicio de cenas, está en el mismísimo centro de la ciudad, muy cercano a la catedral. La decoración es muy colorida recordando mucho al estilo típicamente mexicano, pero con elegancia y sin caer en los tópicos de manteles a cuadros, sombreros, etc. Ocupa íntegramente un antiguo inmueble y, en todas sus instancias, se han habilitado los diferentes salones. Ese sábado noche el local presentaba un llenazo absoluto, pero ni el servicio ni la atención se resintieron de ello.

Ante el aluvión de comidas navideñas familiares y de empresas, la dirección de esta casa obliga ahora a elegir un menú de antemano a aquellas reservas que superen en número los ocho comensales. De igual modo, hay que hacer una transferencia previa de 10,00 €/pax antes de la fecha que se perdería en caso de no asistencia. Insisto, esta es una medida que sólo se adopta por estas fechas y que, aunque nuestra quedada no fuese exactamente una cena navideña, tuvimos que acatar. Sin problema. Nuestro menú (24,00 €) consistió en:

- Guacamole con totopos (tortilla de maíz crujiente).

- Humus de frijoles con queso añejo, pepino y cebolla encurtida.

- Flauta de papa con queso añejo y salsa verde al estilo del mercado.

- Ceviche de corvina.

- Taco de pescado estilo ensenada.

- Taco de cochinita pibil.

- Pastelito de zanahoria, con helado de crema de limón o pastelito tierno de chocolate mexicano con helado de leche de coco.

Todos los pases del menú nos parecieron bastante más que correctos. Cocina muy conseguida, fiel a su fuente de inspiración y alejada del popular tex-mex, con platos excelentes como el ceviche o el taco de cochinita. Los matices cítricos brillan mucho más que los picantes en la mayoría de los platos para alegría de aquellos menos acostumbrados a los rigores del chile. Para los que sí lo estamos, se puede “alegrar” la cosa haciendo uso siempre que se quiera del cuenquito con chile habanero que se sirve a parte y del que algunos de los comensales dimos buena cuenta.

No tomamos vino. Hubo cervezas, micheladas, abundante agua, cafés y un par de tequilas Corralejo reposado. Todas las bebidas presentan un precio un pelín elevado, cosa lógica ya que la parte sólida nos pareció realmente barata y, conjugando ambas, se obtiene una cuenta normal para este grado de hostelería. Reiterar por último la simpatía y eficacia del personal que nos atendió que favorece una experiencia desenfadada y de calidad a todos cuantos se sienten en los salones de Frida.