Tras visitar por la mañana el Nuraghe Su Nuraxi, nos indicaron en el yacimiento arqueológico que éste era un buen sitio para comer en el pueblo, Barumini. Se trata del restaurante de un céntrico hotel con un bonito jardín a la entrada. El local consta de varios ambientes en piedra con una gran chimenea en uno de ellos, en el que disfrutamos del almuerzo. Las mesas están bastante separadas.

Al tratarse de una localidad interior la oferta culinaria cambia bastante con respecto a la costa, predominando en la carta los platos contundentes. Todos estuvieron a un buen nivel.

Como primeros platos tomamos simbulla fritta (típico de Barumini, sémola con panceta y hierbas aromáticas), fregola con puerro y azafrán, raviolis de ricotta con salsa de tomate, y crema de pecorino.

Segundos platos: estofado de cordero con cardo silvestre, estofado de cabra con miel (dos) y chuleta de cerdo a la brasa.

De postre, un riquísimo tiramisú, dos seadas (¡qué vicio!) y un sorbete de limón.

Para acompañar este tipo de comida nos inclinamos por un estupendo cannonau de Argiolas, Costera 2014 (13 €), una uva intensa tanto en nariz como en boca con bastante parecido a nuestra garnacha.

Pan carasau y de hogaza.

Mesas bien vestidas, menaje correcto y servicio algo lento.