Última noche en Albufeira, vamos a dar un paseíto y cenamos por “lo viejo”. No nos decidíamos, y encontramos un pintoresco pasaje que hasta ahora nos había pasado desapercibido: un estrecho y corto callejón (una “travessa”), con un arco encalado a cada lado. Y en él, dos restaurantes cuyas mesas de terraza ocupan más de la mitad de su firme, dejando un corredor para los peatones. Hasta el punto que parece algo privado.

Y allá que nos sentamos. Mesas, copas y tal, de batalla.

Tardaron ladediós en tomarnos nota, en servirnos, en sacarnos el vino, la cubitera que no llegaba… Qué desastre.

Tomamos:

• Buey de Mar relleno
• Lenguado estilo Algarve

Sin ninguna gracia, no merece ningún comentario.

Dejadez total, tanto fuera como dentro, desorden, suelo encharcado…

Con lo chulo que es el sitio, si lo pillara alguien con gusto y ganas, vaya rincón encantador para montar un restaurante intimista.

Pero así, no.

Ahora que, al menos es barato.