En plena galeria, uno de los sitios más visitados de Milán, existen varios locales de restauración. Nos recomendaros éste y la verdad es que va más allá de un sitio céntrico para comer ya que tiene una buena cocina italiana y desde luego, su terraza es un sitio para ver desfilar las hordas de turistas que por allí pasan.
Mesa estreñas y cercanas pero que el ambiente lleva a tranquilidad y cierto toque elegante por el entorno de dentro y fuera del local.

Una buena cuestión previa es tomar el aperitivo en la auténtica y original barra de Campari, origen del vermut italiano del mismo nombre y que está situada en el ángulo izquierdo a la entrada de la galería desde la catedral. Son 5€ con derecho a picar todos los aperitivos de la barra, tales como patatas chips, pepinillos, aceitunas enormes, galletitas...

Comida para dos, todo compartido por aquello de probar más cosas; un buen pan y colines con aceite suave Olio de Cecco clássico, y se merecían un par de Moretti bien tiradas, pero ya con el vermut a cuesta y a la espera del vino, optamos por agua con gas de inicio para hacen tiempo y elegir en una carta de comidas con variedad de entrantes, pastas y platos más sólidos. Además un aperitivo de flor de calabaza rellena de pasta de queso, cortesía de la casa, es un buen preludio.

Lo que comimos:
. antipasti: bresaola, rucolae scaglie di Parmigiano: con jamón parmesano, rúcula y láminas de queso: buen producto pero para no recordar
. pizza Gallería: pomodoro, mozzarella, mozzarella di bufala, pomodorini, scaglie di grana: algo defraudante con una pasta correcta sin más y unos ingredientes nada destacables y menos para llevar el nombre del local.
. lasagne al´italiana: muy buena con buena carne y buena salsa, la pasta extraordinaria. Muy recomendable.
. costoletta alla Milan: costilla, en este caso de ternera, empanada ("a la milanesa"). Muy bien hecha, justa del empanado, nada aceitosa, algo falta de sal (y por tanto, de sabor) pero seguro que esa carne merece un mejor final, pero donde fueres haz lo que vieres.

De postre: bocconcino que viene a ser como una castaña helada de pequeño tamaño (tamaño bombon) por cortesía de la casa para un muy buen café ristreto.

Para beber, dos aguas con gas grandes y entre una amplia (y elevada de precio) carta de vinos locales, elegimos Valpolicella Ripasso 2013, muy normalito y algo exceso de acidez.

El servicio muy amable, buen ritmo de platos pese a estar lleno y hacer varios servicios por mesa, amabilidad y profesionalidad y ese punto de familiaridad propio de los italianos con lo que acabamos hablando de futbol.

El precio es caro para el producto consumido pero hay que tener en cuenta los 32€ del vino más 12€ del agua, pero sobre todo lo encarece donde está ubicado entre las tiendas de más lujo del centro de la moda italiana, donde por cierto los clientes más presentes son gente de menos de 30 años de origen asiático.