Una zona privada de playa que un catalán compró a un ibicenco y donde se ha hecho un autentico club, con su aparcamiento de pago (salvo que tengas reserva en el restaurante), camas balinesas, playa de gran calidad, un local de restauración con opción de más chiringuito (pero chiringuito de lujo) o más local clásico. En cualquier caso servicio de lujo.

Hay ostras, caviar, anchoas del cantábrico, champagnes... son opciones suplementarias sobre la carta básica, amplia, con opciones muy variadas de entrantes, carnes y pescados. ¿Los precios? Los de un beach club de lujo en Ibiza. El servicio, cambio de platos, etc.. acorde al precio.

Un buen aceite La Boella de arbequina 100%, bueno y fácil, un pan normalito para un suave ali-oli y unas aceitunas. Dos cervezas de presión, de amplia tamaño; una clarita de limón.
De primeros para compartir:
. almejas a la plancha: buena ración, bien de punto quedando más bien poco hechas, sabrosas, con su poquito de aceite, buen tamaño. Muy bien.
. calamar plancha, troceado, con un poco de patata y verdura con sus trozos de limones cortados como cualquier plato servido en una playa.

De principal:
. paella de rape y langosta pedida para tres (aunque eramos 4): Arroz seco con muchos trozos de pescado, alguna gambita, bogavante en cantidad; buen fondo de arroz, muy buen punto de cocción del arroz. Servido y quedó una ración más para llevar. Perfecto aunque a 32€ cada ración.

Para beber elegimos de la amplia carta donde hay rosados (la moda en Ibiza), blancos interesantes, tintos clásicos y de gama alta con precios altos (belondrade 60€, Protos Roble 22.50€, etc. sobre todo en la gama baja). Decidimos probar una uva de la zona, una prensal blanca de Kilometro 1 del 2014, que estuvo muy bien y "aclimatado" con cubitera con mucho hielo.

De postre, uno solo compartido, fruta cortada (naranja, fresas, manzana), un flan de panacota y helado de leche merengada. Un postre que casi es media comida.

Un buen café descafeinado y hubieran estado bien unos chupitos por parte de la casa.

Un buen ambiente, tranquilidad, paisaje de película (ya demasiada gente en la playa), las mesas están ubicadas a diferentes alturas que permite siempre ver la playa, en el primer escalon con sombra de sombrillas; en el segundo escalón de altura, las sabinas que llegan hasta la arena consiguen hacer la sombra para comer a gusto.

El precio de los de lujo ibicenco pues falta una racion de arroz y tres postres para completar un menú entero por persona.
El servicio, el lugar y la comida, merecen la pena.