El local, situado en una zona céntrica de Oporto, es muy fácil de localizar, está al fondo de una calle que parece (no es el caso) que no tiene salida, perpendicular a la Rua de Passos Manuel, entre las calles Santa Catarina y Sa da Bandeira. Por poner dos hitos cercanos, muy cerca del café Majestic (una referencia en Porto) y de la FNAC.

El local tiene dos plantas, el bajo y un sótano. A nosotros nos llevaron directamente al sótano (la verdad es que no me fijé, pero creo que arriba tienen sólo el bar y unas mesas en plan tapeo). El comedor del sótano es enorme, muy amplio. La decoración es sencilla, pero agradable, con servicios de loza buenos y de copas aceptable.

La carta es amplísima, y responde de manera casi exclusiva a comida tradicional y popular portuguesa. Las raciones son... sencillamente, imponentes (algo que, todo sea dicho, es bastante común en Portugal). Para tres personas, pedimos:

Tripas a la moda de Oporto: aunque en otras partes de Oporto más bien recuerda este plato a nuestros callos, aquí las hacen de una forma que más bien parece una fabada. Riquísima, y abundante: con la ración de una persona nos servimos cada uno de nosotros tres un plato generoso... y aun repetimos.

Bacalhau á brasa (2 personas, es la mínima ración que sirven)... impresionante, una gigantesca pieza de bacalao de calidad excepcional, del que salían unas lascas enormes y especialmente jugosas, un punto sencillamente perfecto, acompañado de unas verduras rehogadas muy sabrosas.

Lubina al horno: que maravilla, increíblemente jugosa por dentro, pero con el punto justo por fuera, y un punto de sal que solo puedo calificar de perfecto. La persona que lo pidió es verdadera experta en lubina, y la calificó como de las mejores que había probado.

El servicio... de otra epoca: cuando llegaron los pescados, dos camareros se pusieron a trabajar en exclusiva para nuestra mesa, uno de ellos limpió a la perfección la lubina y la emplató en el plato del comensal... dejándola en su forma original, pero sin cabeza, cola ni espinas. Mientras tanto, su compañero emplataba con mimo y cariño las dos magnificas raciones de bacalao, también con un cuidado y una atención que en otras latitudes (o en otros países dentro de la misma península) hace ya mucho tiempo que no se ven (o al menos en sitios del tipo de este). Las tripas también se emplataron delante de los comensales, y siempre había un camarero atento a rellenar las copas de vino, sin que por ello nos sintiéramos "vigilados".

La carta de postres es sencilla, pero adecuada, y aconseja una determinada copa de Oporto para cada opción: nosotros pedimos dos tartas heladas y un brownie de chocolate, junto con dos oportos blancos de reserva y un tawny de 10 años (no tengo los nombres apuntados pero recuerdo que en todos los casos eran bodegas "mainstream"). De beber, una botella de monovarietal de Loureiro de la zona del Minho, extremadamente frío (los brutales calores de esas fechas en Porto lo aconsejaron... casi exigieron). sencillo pero muy rico. La carta de vinos no es una maravilla pero está bastante surtida.

Me olvidaba de mencionar la generosa ración de aceitunas al ajo (riquísimas) y el ya clásico pan con mantequilla (el pan muy bueno, consistente en una cestita generosa con panes de centeno, trigo y maíz). Todo ello por 91 euros, IVA incluido.

Para mi, una opción imprescindible, y muy recomendable.