Espero que mis compañeros Enogatos me perdonen si inicio esta introducción hablando de mi experiencia personal.
Yo nací al mundo del vino de la mano del vino tinto y hasta hace muy poco tiempo me consideraba una “tinto-céntrica” total y convencida. Sólo había una excepción a esta regla y eran los albariños, su estructura exuberante los colocaba casi al nivel de cuerpo de los tintos, su acidez compensada por la grasa de su bollería me hacía guiños de juventud y juego. Ha llovido un par de años desde entonces, y como en otras ocasiones (léase mi otrora aversión a la Cabernet Sauvignon, mi indiferencia hacia la Pinot Noir…, etc.) el vino me ha enseñado que no hay peor cosa que los prejuicios a la hora de, tanto disfrutarlo como... |
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