Yo puedo decir que estuve allí, esa misma fria noche de casi invierno, sentado ante aquella sublime caja de mar dulce, que poco a poco menguaba de contenido maridando en mis más adentros con aquel primer cru de Hospices de Beaune del 2002, en formato magnum, que tan bien acompañó la inasimilable sinfonía de platos, sabores, texturas, olores, sensaciones, placeres en suma a cuál más sublime. Y al acabar, de madrugada, bajo el cielo de luna clara y estrellas que recortaba las siluetas de la tierra que entra en el mar, en la orilla de Montjoi tocar el agua, oler el paisaje de pinos y arbustos mediterraneos, inspirar el aire fresco y, antes de bajar hacia Roses, tener plena conciencia de haber vivido un momento único.
Hasta siempre!