Si analizamos el concepto, se puede tener esa sensación de forma clara.
Los aromas o sensaciones que percibimos en una cata, muchas veces son producto de la acción sobre un producto vegetal de levaduras o por acción de hongos, junto a aromas de flores en sí.
El agua de flores es algo similar, de hecho, cuantas veces hemos leído que es mejor añadir al agua una aspirina (antifúngico) o vinagre, a lo que se une al olor de la flor en sí.
Si miras en el material que nos dieron cuando realizamos la cata en Marqués de Riscal, hay multitud de términos, y si unes por ejemplo: “olor de la marea sucia”, junto a una flores….
Como verás no eres el único que usas ese término:
“Catamos un vino del 2010 de la variedad Querol, a la que se ha dado el nombre del pueblo donde se encontró la variedad. Lleva 16 meses en botella y estaba muy cerrado. Encontramos aromas de iglesia, atisbos de hojas verdes (nos dijeron, típicos de la Querol), laurel y confituras, con ligeros recuerdos de agua de flores marchitas, también en retronasal. La acidez era elevada, y tenía una nota amarga final un poco marcada”