Muchísimo glamour y lista de espera. Hacían un buen arroz y algunos entrantes más o menos afortunados. Muchos años a la espalda en la restauración lo avalaban cuando empezó.
Ahora hay otros planteamientos. Local más lleno que hace unos años, pero la sensación era de menú para muchas de las mesas. Si impone un control del gastos a la hora de ir a comer y el menú cerrado permite que hay gente que vaya ya sin el miedo a la clavada en el vino o en un extra inesperado.
Adaptarse para sobrevivir. Y no les va mal ni mucho menos, al menos por lo visto en ese día que además era un día de perros por el temporal de lluvia, y por allí no vas paseando y entras a comer de casualidad.
Saludos