Reconozco que a mí el picante me anestesia el paladar. Coincido con el tema de las salsas, de hecho en el Rekondo el cochinillo se lo cargaron por poner una salsa excesivamente dulzona. Y con la salsa de naranja del magret de mi mujer pasaba algo parecido, aunque por suerte estaba apartada de la carne.
La verdad es que si ves el restaurante desde la carretera sin tener referencias, con ese aspecto vetusto y ese cartel tipo "Motel" americano, no invita a entrar.
Yo veo complicado volver por dónde está, pero para la gente que va a la playa a Plentzia/Gorliz o al castillo de Butrón (qué lástima que le saquen tan poco partido, porque es espectacular) me parece una opción inmejorable.