Fue un vino que le costo bastante abrirse, al principio no mostraba apenas aromas, estaba muy cerrado, fue decantado.Y despues de un buen tiempo empezo a sacar aromas, estos eran bastante terrenales, piedras, tierra, pinocha de pino y matorrales.Un fruta algo timida asomaba en segundo plano de forma madura y calida, su barrica apanes se nota, esta apenas se deja notar con notas ahumadas.

En boca es amplio, llena la boca de sabores secundarios y un palo de regaliz negro muy peculiar, taninos muy fundidos.Es curioso pero la fruta de este vino sale al final del trago, es algo cambiante, no se como definirlo.Igual te da fruta que te la quita....

En cualquier caso, un vino digno de probar.

Antes de entrar en la ficha de cata, comentaros que se trata de un vino elaborado con la variedad Estaladiña, varietal autóctono de la zona Berciana. Sin duda, una auténtica rareza enológica.
A la vista es de color cereza intenso, oscuro, con ribete granate, muy brillante y de capa media alta. Bastante glicérico.
En nariz es de buena intensidad, franco, frutal, pero con unos recuerdos de fruta no acompotada. Sobresalen las notas terrosas, minerales acompañadas de suaves tostados. En cierta forma me recordaba a algunas mencías de la zona.
Tiene un buena entrada en boca, seco, equilibrado, agradable, de buena intensidad y estructura, con taninos presentes pero maduros y dulces, estupenda acidez y afrutado final de boca de media persistencia.
Es un vino singular, diferente a los Mencías de su zona, pero, en mi opinión, con ciertas similitudes. En cualquier caso, una loable iniciativa de Gregoy Pérez en busca de recuperar variedades olvidadas y a punto de desaparecer.
Su precio en Madrid está en torno a los 22 euros.