El Bosque

La Sala de Espera del Depósito - Capítulos 22 y 23

Resúmen capítulos anteriores:

Paula habla por primera vez a través de los emails que envía a Kimi. Eusebio se ve afectado por lo que lee y este hecho lo incomoda. También conocemos más detalles de la oscura personalidad de Ángel.

22.

Cuando volvió a mirar el reloj era la cuarta o quinta vez esa mañana pero en esta ocasión ya habían dado las doce del mediodía, barrera tras la cual consideraba que podía marcar el número de Kimi sin que fuera excesivamente temprano. A pesar de estar convencido de que tendría el buzón de voz conectado desde que se hubiera acostado para evitar llamadas intempestivas, Eusebio daba mucha importancia a que su relación con ella fuera fluida y sin ningún contratiempo, por ello decidió esperar a una hora prudencial antes de marcar.
 
Después de cuatro timbrazos saltó el contestador. Lo primero que se oía era el “London Calling” de los Clash e inmediatamente después la voz grave de Kimi:

 
–Hola, has marcado el 000 000 000, ahora no puedo atenderte pero si me dejas tu nombre y tu número de teléfono intentaré llamarte lo antes posible. Gracias.
 
Un mensaje muy formal para una música tan trasgresora, pensó Eusebio mientras grababa el suyo ¿O era transgresora hace treinta y pico años? ¿Tanto tiempo había pasado?
 
–Hola Kimi, soy el inspector López Bravo, Eusebio. Ayer leí algo de lo que me diste y me gustaría charlar un poco contigo. Lo único es que creo que sería mejor que estuviéramos solos tú y yo. Llámame a este número y lo hablamos ¿vale?
 
A los pocos segundos de colgar, sin que le hubiera dado tiempo a pensar en qué ocupar el tiempo hasta que Kimi le contestara Eusebio vio iluminarse la pantalla de su móvil colocado en el elegante porta-móviles de despacho que le había regalado su cuñada Carmen las últimas Navidades. El nombre “Kimi” refulgía intermitentemente junto con el símbolo de llamada entrante.
 
–Hola Kimi, espero no haberte despertado antes.
 
–No qué va estaba hablando por teléfono, hace una hora o así que me he levantado. Además te iba a llamar yo ahora.
 
–No duermes mucho… ¿Por qué ibas a llamarme?
 
–Tú primero, por favor. No me hace falta dormir mucho. Entre semana me suelo acostar sobre las cuatro y me levanto a las once, son siete horas no está mal, si durmiera más no tendría vida. Los fines de semana son otra historia.
 
–Tienes razón yo tampoco es que sea de dormir mucho… Mira, he leído uno de los archivos y después de haberme entrevistado dos veces con Ángel Reinoso estoy empezando a encajar piezas pero creo que sin tu ayuda no voy a poder terminar el puzzle. Si no tienes ningún compromiso a mediodía me gustaría invitarte a comer y charlamos.
 
–Mantengo lo que te dije el otro día, haré lo que sea necesario para limpiar el nombre de Paula. De todas maneras comer contigo me parece un plan majo.
 
–Gracias Kimi. Pero te quería pedir que no se lo dijeras a Andy, lo veo muy afectado por la muerte de Paula y de momento prefiero no implicarle más.
 
–Estoy de acuerdo Eusebio sobre todo después de la “escenita” del crematorio.
 
–¿Qué escenita?
 
–Te lo cuento cuando nos veamos. ¿Cómo quedamos?
 
–Dime dónde vives y paso a recogerte ¿Qué comida te gusta?
 
–¡Uy! Yo como de todo, para mi desgracia… Vivo cerca de Cuatro Caminos. Es una calle de estas estrechitas y es complicado explicarte como llegar en coche pero conozco una taberna muy cerca que creo que te gustará.
 
–Estupendo, dime como se llama y te veo allí a las dos y media, si te parece bien.
 
–Se llama “La Penúltima” lo encuentras fácilmente en Internet. Por cierto ¿te gusta el vino?
 
–Preguntarme eso a mí es como preguntar a Eric Clapton si le gusta el blues.
 
Risas al otro lado.
 
-Genial, allí nos vemos.
 
–Hasta ahora.
 
Le caía bien Kimi, definitivamente le caía muy bien, y Andy también el pobre, qué mal lo estaba pasando.
 
La_Sala_de_Espera_del_Deposito_London_Calling_The_Clash
 
Iba perdido en esos pensamientos por el pasillo cuando
 
–¡Hombre Eusebio! Llevo días buscándote ¿Por dónde te metes?
 
–Pues curiosamente trabajando en un caso Señor Comisario
 
Álvaro Castro no era hombre de ironías.
 
–Te tengo dicho que no me llames Señor Comisario.
 
“Ya” masculló Eusebio para sus adentros escrutando con los ojos el perímetro más inmediato para ver si había audiencia. Efectivamente, una agente en prácticas estaba parada esperando(le) unos pasos más atrás.
 
Álvaro Castro, cincuenta y pico años pero tan bien llevados que aparentaba casi diez menos.
 
Medía sobre el metro ochenta y cinco y la práctica del squash tres veces a la semana le mantenía fibroso y delgado. Conservaba todo su pelo castaño oscuro (¿Just for Men?) y se lo peinaba hacia atrás. Su delgada cara tenía rasgos clásicos, del tipo de una escultura romana y tal era su pose, de elegancia patricia.
 
Estaba casado con Elena desde que Eusebio lo conocía hacía ya casi veinte años, una dulce mujer de voluntad de hierro y miopía emocional contrastada. Ella era su centro de gravedad al que siempre volvía después de las aventuras sexuales en las que se embarcaba tan sólo para comprobar que seguía resultándole atractivo a las mujeres.
 
–Perdona Álvaro, es que no me acostumbro.
 
Ignorando la respuesta Álvaro prosiguió:
 
–¿En qué caso estás trabajando?
 
–Estoy investigando la muerte de Paula Reinoso.
 
–¿Y quién es esa Paula Reinoso?
 
–La mujer que apareció muerta la semana pasada en un pub de Malasaña.
 
–Aahh ya me acuerdo, la mujer del catedrático ese ¿verdad? … Iglesias, pero no Julio ¿no? Ja, ja, ja…
 
Eusebio desvió la mirada para no tener que reírle la gracia a su jefe.
 
–¿Y qué hay que investigar? Es un caso claro de sobredosis. Informa a la fiscalía, archívalo y punto.
 
–A mí no me parece tan claro señor, perdón, Álvaro. La señora Reinoso no daba el tipo de yonki de Malasaña. Estoy haciendo averiguaciones preliminares para asegurarme de que no fuera un trágico accidente o que la ingesta hubiera sido forzada.
 
–Pisa con cuidado Eusebio, no quiero a nadie dándome la lata por menear cosas que están mejor quietecitas.
 
–Lo tengo claro Álvaro.
 
–Dos días, te doy dos días. Si no sacas nada en limpio, fiscalía y archivo.
 
Sin esperar respuesta no fuera a ser que Eusebio le contestara algo que no le gustara, Álvaro Castro continuó por el pasillo y Eusebio decidió volverse a su despacho a buscar en Internet la Taberna “La Penúltima”.
 

23.

La puerta de hierro de la taberna pesaba un montón hasta para Eusebio, que a pesar de no ser del tipo musculoso era sólido como el granito por dentro. 
 
Nada más entrar a la izquierda había un pequeño comedor con mesitas y taburetes alrededor de ellas. De frente se encontraba la barra que hacía forma de L hacia la derecha en dirección a la calle dejando un rinconcito con un gran tonel de madera según se cruzaba la puerta y otro más al fondo, al lado de la ventana enrejada.
 
Partiendo del extremo izquierdo de la barra un mini-pasillo te llevaba a un segundo comedor igual de pequeño que el primero. El color de las paredes no se veía tan llenas estaban de carteles taurinos, fotos de clientes en los comedores, fotos de los taberneros, carteles con refranes, etc. Hacia arriba y casi en línea con el techo, dos estantes las recorrían en paralelo cada uno ello repleto de botellas de vino de todas las procedencias, colores y edades.
 
Eusebio buscó a Kimi entre las mesas del primer comedor pero no estaba allí. Giró a la derecha y la vio ya levantándose hacia él con una copa de catador en la mano llena hasta la mitad de un vino dorado que tenía toda la pinta de ser un buen jerez.
 
Su look del día era de camuflaje a juego con su corte de pelo militar. Pantalones kaki, camiseta de manga larga verde botella y chaleco con profusión de bolsillos color arena oscura. Botas de militar por encima de los pantalones, cara lavada, sin asomo de maquillaje.
 
–Hola Eusebio prefería esperarte en la barra, no me gusta estar de escaparate esperando en una mesa. ¿Quieres una manzanilla mientras esperamos a que se abra un poco el vino que he pedido?
 
–Me parece muy buena idea, sobre todo si la acompañamos de una ración de jamón.
 
Kimi sonrió y se dio la vuelta para pedir ambas cosas pero el camarero había escuchado la conversación y tenía ya la botella de manzanilla de Sanlúcar en la mano.
 
–Yo se lo llevo todo señores, ustedes siéntense y vayan mirando la carta.
 
El profundo vino del Priorato llegó junto a una ración de croquetas de jamón a la que seguiría otra de huevos estrellados.
 
–Se nota que nos gusta el jamón ¿verdad?
 
–La próxima vez te invito a marisco.
 
–Te tomo la palabra.
 
Risas.
 
–Me gustaría que me contaras lo del crematorio, Kimi.
 
 
–Claro, a eso iba. Pues bien, Andy no hacía más que darme la lata porque quería ir al entierro pero no quería llamar a Ángel para enterarse de cuándo y dónde era. Total, como a mí tampoco me apetecía hablar con ese tipo llamé al Tanatorio y pregunté a qué hora tenían previsto que salieran para el cementerio. En el Tanatorio me informaron de que no iba a haber entierro, que la familia se había decidido por la cremación y que la ceremonia tendría lugar en el propio Tanatorio, en una sala acondicionada al efecto, al cabo de una hora. 
Te podrás imaginar, yo me acababa de levantar y me imaginaba que Andy tres cuartos de lo mismo…
 
–¿Pero lo de la cremación lo decidió la familia de Paula o Ángel Iglesias?– interrumpió Eusebio.
 
–Pues no tengo ni idea y la verdad es que no iba a preguntárselo a él...
 
–Espera un momento– Eusebio sacó el móvil y abrió un sms nuevo dirigido a Fernando Moreno:
 
“Llama al Tanatorio, averigua quien pidió la cremación de Paula, me llamas y me lo cuentas. Gracias”
 
–Perdona Kimi, sigue– tras darle a “Enviar“.
 
Mientras Eusebio escribía, Kimi no dejaba de mirar el oscuro contenido de su copa. Antes de reanudar la conversación, aspiró profundamente el aroma de bosque salvaje y mantuvo los ojos fijos en el brillo de la superficie.
 
–Inmediatamente llamé a Andy y le dije que le pasaría a recoger en un taxi en veinte minutos, que me esperara en el portal. Tardé veinticinco y Andy no había bajado todavía. Le pedí al del taxi que esperara, salí y llamé por el telefonillo. Por fin bajó, se había puesto traje negro y corbata el pobre, supongo que por eso tardó tanto no es la ropa que suele tener a mano... eso sí, todo muy “New Wave“. Me pidió perdón diciendo que no podía despedirse de Paula en vaqueros.
El caso es que estábamos en el barrio de Chueca, teníamos que ir al Tanatorio que estaba donde Cristo perdió el mechero y nos quedaban sólo diez minutos.
 
Paró para comer y beber un poco. Eusebio respetó la pausa.
 
–Menos mal que nos tocó en suerte un taxista que conocía bien el Tanatorio y nos dejó en la entrada más cercana a la Sala de Cremación.  
 
Por supuesto llegábamos tarde. Abrí la puerta, que era de madera y se parecía a la de una de estas iglesias modernas y vi a Ángel que estaba subido a una tarima tras un atril diciendo unas palabras a un grupo de no más de quince personas que ocupaba las dos primeras filas. Le susurré a Andy al oído que entráramos en silencio porque había una pequeña ceremonia y así lo hicimos. 
Íbamos a colocarnos en la última fila pegados a la pared de la derecha y entonces yo me tropecé con la pata de una silla y me caí haciendo mucho ruido y volcando un par de sillas más. El grupo de las primeras filas se dio la vuelta para ver qué pasaba. 
Entonces Ángel nos miró y vino corriendo hacia nosotros aullando como un energúmeno:
 
“¡Largo de aquí! ¡¿Cómo os habéis atrevido?!”
 
Andy, que me estaba recogiendo del suelo se giró para ver qué pasaba cuando recibió un puñetazo en plena cara que lo tiró al suelo. Yo empecé a gritar pidiendo ayuda y dos hombres vinieron corriendo pero no pudieron evitar que Andy recibiera un patadón en la tripa nada más levantarse. En ese momento los dos tipos agarraron a Ángel que no dejaba de gritar y de dar patadas intentando alcanzar a Andy  que se estaba intentando incorporar:
 
“¡Cabrones!¡Hijos de puta! ¡Si Paula está muerta es culpa vuestra!”
 
Yo ya no aguantaba más y le contesté
 
“Si tú la hubieras querido como ella se merecía no habría tenido que venir a buscar nuestro cariño”
 
“Será puta la tía. Vosotros la metisteis en la droga”
 
Uno de los dos tipos que lo tenían agarrado era hermano de Paula y nos conocía porque vino al Born varias veces con ella. Nos rogó que nos fuéramos, que no podían con él, que era demasiado fuerte.
 
Así que nos fuimos pero yo no pude evitar darme la vuelta y gritarle:
 
“Eres un cabrón, le destrozaste la vida, la conciencia no te dejará ya tranquilo hasta que te mueras”
 
El pobre Andy apenas podía andar, encogido, con una mano en la cara y la otra agarrándose el estómago. Menos mal que había taxis en la parada y le pude acercar a un centro médico a que le miraran la herida de la cara. Le curaron y ya por fin le dejé en casa.
 
Eusebio, que había estado callado todo ese tiempo acercó una mano y la colocó sobre la que Kimi tenía encima de la mesa.
 
–De verdad que siento el mal rato.
 
–Así que te puedes imaginar como está Andy. Lo malo es que ahora no hace más que preguntarme que qué cosas sabía de Paula, etc. … En fin, tú querías preguntarme algo ¿no?
 
–Sí, me interesaba saber cómo había entrado el Rubio en la vida de Paula.
 
Kimi se quedó callada unos segundos mirando su plato, después alzó la vista y le miró:
 
–Te lo va a contar mejor ella. Conoció al Rubio en el instituto pero luego habían seguido caminos diferentes. Cuando se reencontró con él se emocionó mucho y me escribió un correo, lo tienes en la memoria también.
 
–Muchas gracias Kimi. Todo lo que me has contado me sirve de mucho.
 
–¿Cuándo nos podrás contar algo?
 
–Pronto Kimi, pronto.
© Mara Funes Rivas -  Marzo 2013
  1. #1

    Anubis7

    Por fin llegó la entrega ¡¡ estaba esperando con ansia. ESta cada vez mas interesante. Gracias Mara por estos regalos...

  2. #2

    JaviValencia

    Estos dos capítulos me han gustado mucho. Una pena no haberlos disfrutado copa de vino en mano porque sin duda lo merecían. Cada vez se pone más interesante y gana en intensidad!!!

    XXX

  3. #3

    Mara Funes

    en respuesta a Anubis7
    Ver mensaje de Anubis7

    Ya no te quejas de que sea corto... Gracias a ti Rosa, sin duda :-)

    Besos,

    Mara
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  4. #4

    Mara Funes

    en respuesta a JaviValencia
    Ver mensaje de JaviValencia

    La mejor compañía para esta historia es indudablemente el buen vino.

    Ya hemos alcanzado el ecuador aproximadamaente, espero seguir manteniendo el interés, ufff...

    XXX

    Mara
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  5. #5

    Lagarita

    Bueno,vamos por partes,todo lo que escribes es tan detallado que yo estaba en ese bar y los veia sus copas,su ropa,incluso la cara de expectación de Eusebio y sus ganas de saber más.Por otro lado sigo creyendo que Angel es un personaje con muchas cosas ocultas que pocos saben.

    Saludos :)

    Ana

  6. #6

    Mara Funes

    en respuesta a Lagarita
    Ver mensaje de Lagarita

    Tus comentarios me sirven de mucho, Ana. Las descripciones que hago son complicadas y me ayuda mucho saber que plasman lo que yo veo hasta el punto de que tú lo ves también.

    Me gustaría comentarte más sobre Ángel pero no puedo. Espero que cuando todo termine quieras hacerlo e intercambiemos opiniones, entonces sí, con total libertad por mi parte.

    Muchas gracias,

    Mara
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  7. #7

    Lagarita

    en respuesta a Mara Funes
    Ver mensaje de Mara Funes

    No quiero ningun adelanto con lo que me gusta elucubrar,de otra manera no tendria gracia.

    Saludos

    Ana


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