Cata de Tondonias en Mantequerías Castillo

El jueves 21 de Septiembre 30 privilegiados pudimos disfrutar en Valencia de una cata excepcional, organizada conjuntamente por "Mantequerías Castillo" y Verema.com. La cata arrancó a las ocho de la tarde y se extendió hasta bien entrada la madrugada. Fue dirigida por Mercedes López de Heredia, que se desplazó desde Haro pese a estar en marcha con todos los preparativos para la vendimia.

Degustar los vinos de la Bodega R. López de Heredia - Viña Tondonia es saborear una parte esencia de la historia vitivinícola de España, por algo esta bodega fundada en 1.877 por D. Rafael López de Heredia Landeta es una de las bodega más antiguas de La Rioja. D. Rafael, el fundador, un amante de los vinos bordeleses trató de trasladar dicho modelo a nuestro país pero fue más allá, creo un estilo propio e inconfundible por el que no parecen pasar los años. Y es que cuatro generaciones de la familia López de Heredia han seguido la tradición familiar (por cierto, pudimos conocer antes de la presentación a la quinta generación, a la preciosa Vega, hija de Mercedes).

La Bodega ocupa una superficie total de 53.076 metros cuadrados, de los que 19.718 se hallan edificados, correspondiendo 6.906 metros cuadrados a la bodega subterránea, con calados de hasta 200 metros de largo, a profundidad de más de 15 de la superficie, perforados en las entrañas de un enorme bloque de piedra arenisca. En los calados están las cerca de 15.000 barricas bordelesas de la bodega, así como 72 tinas de roble de muy diversa procedencia, y con capacidades que van desde los 60, 100, 200, 480 y hasta 640 hectolitros. Como nos contó Mercedes durante la presentación el roble juega un papel central en sus elaboraciones ya que tanto las fermentaciones como la crianza de los vinos se hacen en recipientes de roble.

Las variedades de uva empleadas son las típicas de La Rioja, en tintas tempranillo, garnacho, graciano y mazuelo y en blancas la viura y la malvasía. El tempranillo es el vidueño básico que participa en el ensamblaje de los vinos, como mínimo en una proporción del 70% u 80%, siguiéndole el garnacho, con un 10% al 15%, repartiéndose el resto del porcentaje entre mazuelo y graciano. En este ensamblaje, y dada la falta de acidez de la tempranillo en la zona, las restantes variedades juegan un papel muy importante. El garnacho contribuye a equilibrar dando grado alcohólico, mientras que la mazuelo y sobre todo la graciano proporcionan viveza al color y nervio y frescura al paso por boca.

Mercedes nos comentó como durante la crianza se produce un lento proceso de oxidación (esterificación) a través de los poros de la barrica que forma parte esencial del desarrollo del vino tanto olfativa como gustativamente. Este proceso se ve favorecido por los periódicos trasiegos.

Posteriormente, durante el periodo de reducción en botella el vino alcanza su máxima expresión con la carencia de oxígeno, con esa suavidad que caracteriza el paso por boca de los Tondonia y con la seductora gama de aromas que constituyen su ‘bouquet’. Durante este proceso la aparición de ésteres da lugar a las habituales notas torrefactadas, ahumadas, cueros y tabaco de puro. También se producen aromas aldehídicos, notas especiadas y toques lácticos (vainillas y recuerdos a pastelería).

Antiguamente los vinos no tenían añada y eran el resultado del ensamblaje de vinos de varias añadas, sólo se “reservaban” aparte y se embotellaban con “su año” los vinos de las grandes añadas de ahí surge el apelativo de “reserva” como sinónimo de vino procedente de una añada especialmente buena.

Los vinos que catamos pasaron por largas crianzas de al menos 7 años tras los cuales fueron clarificados con claras de huevos frescos y se embotellaron directamente de la barrica sin filtrado. Tapados con corchos de notable longitud y lacrados para asegurar su hermetismo esperaron durante mucho tiempo a ser disfrutados por los afortunados asistentes a la cata.

Las añadas catadas fueron:

- 1954

- 1961

- 1964

- 1968

- 1970

- 1973

- 1976

- 1978

- 1981

- 1985 y 1980 (servidos durante la cena)

El 54 fue uno de los vinos de la coronación del rey Juan Carlos I, con su nariz intensa, limpia y fresca, con notas de brea, los toques animales, los recuerdos especiados y el fondo de cueros viejos acompañados de una fruta ruja de excepcional viveza, con un paso boca amplio, fresco, con buena acidez, ligero pero con excepcional estructura en palabras de Mercedes era todavía un “niño” con larga vida por delante.

El 61 y el 64 fueron destacados por su equilibrio, en especial el 64, fruto de la llamada “añada del siglo XX”. Tampoco decepcionó el 68 con su excelente ataque en boca y un perfil olfativa algo más goloso que sorprendía por su profundo y complejo retronasal con toques de tabaco de puro y cueros.

El 70, más discreto, con sus limpias notas de vainilla y sus cueros, con su carácter, leve amargosidad y buen recorrido; el 73 que junto al 81 mostró profundas notas ahumadas y francos recuerdos animales (otra vez esos atractivo cueros viejos). El 76 fruta de una magnífica añada, con sus toques de café torrefacto y su mayor madurez, con esos toques de acetaldehídos que aparecen bajo la forma de uva pasa y de algarrobas.

El 78, con escasa capa, como el 81, en dos añadas en las que se produjo una menor síntesis de polifenoles, aunque cada uno con su perfil, más maduro el 78, más floral el 81, con un atractivo fondo de barniz de mueble viejo.

Finalmente el 85 que junto al 54 son dos añadas con más notas lácticas en nariz, toques avainillados propios de vendimias más tardías, con una más madura y mayor concentración; y el 80, servido a última hora y consecuentemente con mayor cerrazón. Lo encontré bastante más reducido, con abundantes toques de la serie animal pero también con toques de hierbas aromáticas mediterráneas.