Benditos sesos y (sobre todo para mí) callos! La riqueza gastronómica que puede llegar a ofrecer la casquería nunca será apreciada lo suficiente.
Yo me reía mucho con mi Maestro porque cuando me acercaba a Madrid y quedábamos me llevaba a los sitios finolis de la capital siempre me los pedía y siempre me miraba de reojo.
Solo dejo de hacerlo cuando obtuve la Cátedra, aunque igual en aquellos momentos ya fue por agotamiento :-)))
Otro abrazo.