Precisamente este tipo de vinos es una especialidad riojana: claretes de poca extracción, limpios, frescos, con bajo volumen de alcohol y la estructura imprescindible, y una curiosa capacidad para no envejecer una vez llegan a una meseta que se proyecta hasta el infinito y parece no tener fín.
Algunas veces he discutido sobre estos vinos de apariencia frágil pero que parecen haber sido cosidos en bodega para soportar el paso de los años con absoluto desdén al paso del tiempo. Es el mismo fenómeno de los rosados tradicionales, armados con sus 4-5 años en barricas viejas, y que al integrarse se vuelven más amables y liman las aristas del roble.
Annorum vinum, socius vetus et vetus aurum!!