El Transistor 2010 es un vino que se muestra brillante y fluido en copa. En cuanto a sus características cromáticas podríamos enclavarlo como de color amarillo pajizo con tonalidades amarillo-verdosas.
En nariz se muestra como un vino limpio. En copa parada parece algo esquivo, como si le costara expresarse; pero es al agitar la copa cuando se muestra en todo su esplendor, aún sin ser un vino donde la nariz alcance unas cotas de intensidad abrumadoras (intensidad media). A pesar de sus 9 meses en contacto con la madera, es un vino donde destacan unos aromas primarios elegantes. Aromas cítricos (limón, principalmente) se entrelazan con los recuerdos de fruta blanca de hueso (peras y manzanas). Aparecen algunos aromas secundarios con recuerdos de harinas. Con el tiempo aparecen los recuerdos herbáceos y el roble, perfectamente integrado, aparece con aromas a humo y avainillados que dan una aspecto dulce a una nariz ya de por sí elegante. Fase Olfativa interesantísima con una tipicidad varietal de gran complejidad.
En boca es un vino de suave ataque, seco y fresco con una acidez perfectamente integrada. Suave, redondo, sin aristas, presenta una personalidad característica. Mineral (sensaciones de tiza y pedernal). Presenta la elegancia de ser un vino algo graso en boca donde el terruño tiene su sitio. Final amargo que permite “limpiar” la boca y prepararnos para el siguiente trago. Buena persistencia y recorrido final.
Con El Transistor 2010 nos enfrentamos a un vino de Rueda alejado de los estereotipos que erróneamente parecen haberse afianzado como embajadores de la zona y de su verdejo. En él, la uva expresa toda su pureza, fuera de las “tropicalidades” tan de moda en los últimos años. Es un proyecto que surge en 1996 con la idea de buscar viñedos “diferentes” en Rueda, donde la región pueda expresar su potencial sin perder la identidad. El nombre es un homenaje de Telmo Rodríguez a “la radio que dejamos encendida por la noche para que nos proteja los viñedos del ataque de los jabalíes” .