Tal vez sea un vino cubista

Tras catar este vino en diferentes escenarios, horas y fechas he de decir que no debería achacar a las botellas o a las partidas de embotellado los presuntos defectos que encuentro en el mismo. Lo que no voy a hacer es insistir en un nuevo juicio ni en su consumo lúdico, porque la comida es sagrada.
No voy a entrar en la fase visual porque en este caso es irrelevante y se ajusta a los anteriores comentarios, color que denota salud por otro lado.
En nariz el vino se muestra en todo momento huidizo, se abre y se cierra por momentos, y lo que aparece muestra muchos matices reducidos: betún, caja de zapatos, cuero mojado, y no se va con la aireación, ni con paciencia. La fruta no se abre paso, aparecen notas de hierbas de monte, tomillo, espliego, lavanda, y luego incluso notas de oxidación, pero tiene notas balsámicas que mejoran el cuadro.
Este desfile, sin orden, se repite como una tormenta, a ráfagas y como a oscuras.
En boca el asunto empeora, la entrada es potente, con recorrido y el tanino tal vez demasiado presente, aunque estas sensaciones hay que abstraerlas de la sensación ácida que el vino muestra y que por más que me he empeñado no he sabido diferenciar de la sidra. Luego vuelve el vino, y su persistencia, y el retronasal de reducción ya comentado a betún y demás.
Si uno es capaz de separar en diferentes planos algunos de los elementos percibidos creerá que es vino, si lo hace con otros creerá que es sidra y si lo hace con otros pensará en un paseo por matorral mediterráneo o en un taller de zapatería de los de antes. Como no encuentro conexión agradable entre todos estos planos, y que tan sólo 2 de ellos hablan de vino no puedo sino hablar de un vino cubista que yo no alcanzo a comprender.
Desde luego tampoco lo recomiendo.