Borgoñesa decorada con espirales celtas e información suficiente. Corcho correcto.
Amarillo pajizo limpio y con lágrima poderosa.
Vino en nariz terriblemente complejo, matizado, lleno de sutilezas por descubrir. Magnífica expresión frutal que evoluciona desde la fruta blanca (manzana y pera maduras) hasta toques de ciruela amarilla también muy madura. Notas ahumadas procedentes de la madera. Aromas de monte bajo impregnado de plantas aromáticas. Con mayor temperatura descubre tonos almendrados y de frutos secos.
En boca reproduce idénticas sensaciones destacando por su frescura, magnífica acidez y detalles de amargor perfectamente ensamblados. La madera potencia su complejidad adquiriendo un final larguísimo, lleno de sugerencias.
Un vino que se deja descubrir poquito a poco, casi con pudor, sutil y elegante. Una sonrisa de complicidad surge a cada sorbo. Toda una experiencia.
El trato de los bodegueros y el paisaje desde las viñas con el Miño a los pies y Portugal de fondo, un encanto añadido.
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