Aurelio Montes tiene toda la vida tratando que se lo tome en serio como vinicultor. La culpa debe ser suya, pues nunca ha hecho secreto de que está demasiado interesado en lo que tenga que decir Wine Spectator. Bueno, eso es cierto. Y también es cierto que este syrah es de verdad bueno, de lo mejor que tiene Chile que ofrecer en esta variedad.
Tiene un perfil aromático no muy lejano al de un buen syrah del Ródano: caja de especias, fresas, vainilla sutil y bien ensamblada. Con el aire se definen mejor notas a tierra, hierbas de olor y clavo, con algo de hojarasca húmeda. Elegante y expresivo en boca, de buen volumen, graso, de decente estructura de taninos maduros. Algo "jammy" quizá pero no chapopote, avanza sin perder tensión entre sabores de bayas y frambuesas. Salida ligeramente alcohólica en el retronasal. En un año tan bueno como 2001 en Chile, Montes resistió la tentación de crear un monstruo y en lugar de eso ofrece un estupendo syrah chileno, a años luz por delante de lo que ofrecen Errázuriz, San Pedro, Morandé o Ventisquero.